Soy lo que soy.
Un cúmulo de errores que nunca aprenden.
El huracán que derriba casas sin tejados. Con sus gatos y
sus piedras.
A veces me encuentro, pero no siempre que me pierdo.
Guardo tus cartas, memorizo tu letra.
Beso tus pasos.
Piso tus huellas.
Bailo sobre tu tumba y empiezo a llover.
Uno mis lunares y me coloreo.
Mis 3 pecas amenazan con desaparecer y el lunar del dedo meñique
del pie se ríe de mí con sarcasmo, con sorna.
Auto medico mis lágrimas.
Drogo mis instintos.
Engaño mis vicios y bebo mis penas.
El insomnio me padece desde que no me dejan soñarte.
Me endeudo con tu espalda cada noche y soborno a la luna
para que me deje besarte.
Soy la séptima vida de un gato, la última costilla.
La espina en tu garganta, el agua que te salva.
Un paraguas que se abre.
Una escalera que se cierra.
Un espejo que se rompe.
El vaso en el que te ahogas, el salvavidas de tus noches.
El alcohol que te calma.
La resaca que te mata.
Soy el cántaro de la lechera, el soplido de un lobo.
La tostada que se cae.
La moneda que se pierde.
Los sueños que se rompen cuando la realidad pisa fuerte.
No me quiero. Tienes razón.
Tampoco dejo que me quieras.
Tienen razón.
Me auto regalo libros en blanco que ayer escribí, mañana
dedicaré pero nunca leeré.
Pierdo aquello que quiero.
Rompo todo lo que toco.
Alejo todo lo que amo.
Y abrazo mi propio cactus envenenado.
Me angustian los bolígrafos sin tinta y los semáforos en ámbar.
Me transformo en clavo y luego ardo sólo para que me agarres con
fuerza.
Soy lo que soy, no lo que debería ser.
Me anudo a tus cuerdas.
Olvido tus dedos.
Asesino a la suerte. Lloro tu muerte.
Me ato a la cama y brindo por la libertad de perderte.
Ahuyento a mis ángeles.
Devoro tus miedos.
Emborrono los míos.
Te miento.
Me descubro.
Te alejo, de nuevo.
Me miento, me destruyo.
Me descubres.
Me salvas.
Me endeudo.
Te quiero.