Truena mientras llaman a la puerta, y no sé si temerle a la tormenta o a que vuelvas -y te instales.-
Se mojan las futuras despedidas mientras a mí me atrapa, me
muerde y me escupe la culpa.
Me río del “yo” de antes que se lanzaba al vacío. El mismo
que bailaba al borde de cada uno de tus precipicios y jugaba a pescarte la luna
en los charcos de esta ciudad. Me río yo de él, de sus fuerzas, de sus ganas,
de su risa. De su irracional i n o c e n c i a.
Me río yo de mí.
De mi “yo” del pasado, de aquél que se ahogó
queriendo salvar hormigas de barro.
Truena.
Los cristales tiemblan, las paredes se agrietan y ella se
desploma, se deja caer. Deja de ser mientras choca contra el suelo o la
realidad y su mente se expande, vuela. D e s c o n e c t a.
Esta vez no hay últimas oportunidades, ni gatos en los
tejados, ni alfombras que despeguen y te pongan a salvo. Esta vez no hay nada,
y por no haber no hay ni hogar, ni chimenea, ni abrazos que sostengan.
Pasen y tomen asiento, la realidad está a punto de empezar.