No sé qué habrás visto de interesante en este caótico desorden
de ideas que atormentarían a cualquiera que se atreviese a leerlas.
A veces, me siento como el boceto al que todavía nadie ha
puesto ni risa ni base ni cielo.
No sé qué te habrá llevado a querer quedarte aquí. A
instalarte en un sinfín de vaivenes, en un desastre continuo, en una
interrogación infinita; sin luz, sin salida.
No entiendo que haces todavía deambulando por mi mundo. Con
lo fácil que es quererse a medias. Besarnos ahora, desvestirnos con prisa y
olvidarnos después.
Con lo sencillo que sería encontrarse como lo hacen dos
cuerpos llenos de nada, con la hora justa para desaparecer y volverse a
descifrar un par de días después.
No sé por qué aún no has huido de mis eternos mares o por
qué ni siquiera te has puesto a salvo cuando acordonaban mi perímetro temiendo
posibles derrumbamientos.
No sé por qué sigues regalándome la espalda.
Por qué
acaricias y susurras cada una de mis vértebras cuando amenazo con convertirme
en río y arrasar-me del- todo.
No sé por qué te empeñas en besarme las miserias, recoger mis escombros y reordenarme
después. Ni tampoco entiendo esa bonita forma que tienes de convertirte en “hogar” y quedarte a vivir al borde de un acantilado desde el que se despeñan todos y
cada uno de mis intentos de ser alguien mejor.
-Uno tras otro.-
A veces, reconozco, que me siento en deuda contigo. A veces
me da miedo no saber.
No sé qué habrás visto o creído ver, ni siquiera sé qué es
lo que exactamente te habrá hecho quedarte con un despeinado cúmulo de catástrofes
habiendo tantas mujeres no-rotas por el mundo.
No sé qué te habrá hecho elegir a un caos mal distribuido, a
un error que siempre se repite y nunca se enmienda, para verte amanecer.