A flores
silvestres.
A leña
cortada.
A especia
oriental que adereza y mejora, pero nunca disfraza.
A cielo
despejado.
A calor de
chimenea. A verano en tus manos.
A viento que
susurra, despeina y te lleva.
A luces
frenéticas.
A persianas
bajadas.
A ciudad que
se acuesta cuando todos despiertan.
A mineral
precioso que late por sí solo.
A marea que
sube.
A río que
baja -y embiste.-
A miedos
perdidos.
A batalla
ganada.
A mar en
calma con olas que salvan.
A revolución
instantánea.
A moraleja
sin cuento.
A libertad
dibujada.
A poema
incompleto porque no suenan palabras.
A manantial
que cura.
A perfume de
vida.
Al “Sol
Naciente” de Monet secándose en mi ventana.
A estrella
que cae.
A mundo que
redime y comienza sin prisas.
A sonrisa
que crece.
A deseo
cumplido y a paz encontrada.
A eso. A todo
eso huele y sabe tu alma.