lunes, 22 de diciembre de 2014

Sin super, sin capa.

La gente como tú, abuelo, no tenéis un hueco entre esas hojas, no. Ni siquiera un simple e inadvertido pie de página en esos libros ilustrados que tantas veces nos miraron desde abajo.

Quizás tu nombre no llegue a salir en las noticias, ni tus versos navideños en la esquela del periódico que los domingos, hace de vasallo a los churros del viejo Joaquín.
Puede que tu cara no de color a esos comics, ni que tus refranes echen raíces en las próximas generaciones. Es más, puede que una noche el día se levante, pase por tu esquina y no recuerde que ella fue siempre tuya. Puede que una mañana sea de nuevo primavera (siempre más fría que ésta) y entonces nuestro árbol olvide tu empeño y tus cuerdas desviviéndose por mantenér-nos-lo recto.
Puede que eso pase, que llegue el día en el que ya no estés y las rosas se pudran y ella, bueno… y ella se duerma con las manos llenas de nada.
Puede que de repente la cama se vuelva gigantesca y los kilómetros empiecen a crecer con cada simple giro de almohada. Que los paseos por el parque no tengan parada en aquel nuestro banco y que las golondrinas abandonen la ventana donde tantas veces tendimos a secar nuestros sueños.
Quizás llegue el día en el que necesiten luz ahí arriba y te pongan por apellido el nombre de cualquier nueva y tonta constelación.
Y entonces yo, desde aquí abajo, escribiré sobre el mayor héroe que tuvo cojones a pisar este planeta y seguir brillando después. Sobre aquel que, con el príncipe más pequeño de todos como maestro, supo cerrarnos los ojos uno a uno para que comenzáramos a ver.

Y es que resulta que a veces, los verdaderos héroes son aquellos que se dejan el “super” y la capa olvidados detrás de la puerta para así, sin estorbos, enseñarte a sobrevivir cuando tú mismo te disparas.

Por más héroes así. Sin super. Sin capa.
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2 comentarios:

  1. "supo cerrarnos los ojos uno a uno para que comenzaramos a ver. " precioso, genial sigue así

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  2. Un excelente texto, real y sentido. Una imagen de alguien que, a veces, tenemos la "suerte" compartir en la familia. Con esa raíz, no es difícil ver que siguió floreciendo en ti.

    Bonito recuerdo.

    Abrazos.

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