Ella
era toda la luz en mitad de la tormenta.
Los
20 poemas de amor y la famosa canción desesperada de aquel poeta que, como otros muchos, perdió la cabeza por alguien
como ella.
Era
los gritos de antes y el humo de
después, las mañanas más tempranas y las noches más amargas. Las risas hasta
las tantas y los quehaceres inflexibles.
Ella fue (y sigue siendo) ese eterno “
Buenos días mundo!” gritado desde un
cuarto, ese cuaderno mágico y las tantas historias que dan vida a sus cuadros.
Las sutiles pinceladas de magia y sus canciones medio inventadas que hacen de
la vida una estancia más bonita.
Ella
es un escalofrío continuo, esa perenne alegría, la mano que te lleva día a día,
despacio, siempre sin prisas.
Ella
es ese abrazo más que necesario y ese “Tranquila, todo va a salir bien. Confía
más en ti misma”
Esos
dedos en la espalda cuando las palabras se traban, cuando las lágrimas se
anudan en la garganta. Ella es ese asiento en el sofá y ese hueco calculado al milímetro
para que reposes en ella tus miedos, tus alegrías y tus no solo nuevas heridas.
Ella
son los ojos más francos de todo Alcalá, la risa más escandalosa de aquel
triste mercado y la sonrisa más bonita con la que cuenta esta maldita ciudad.
Ella
es esa mirada y esa magia que la persigue a donde quiera que vaya, ella es ella
y su determinación por hacernos ver el mundo con ojos de niño.
La
más marchosa rumba, la mejor canción de amor jamás compuesta, los versos más
bonitos de todo Madrid que solo hayan sido pensados, la musa que todo cantautor
quiere en su vida, la dama que tantos pintores anhelaron tumbada en su cama.
Ella es ella.
Ella es luz. Ella es magia.
Cariño mio, cada vez que leo estas palabras me emocionan más, en mis ojos quieren deslizarse unas lágrimas, lágrimas de felicidad, me encanta que me escribas, que sea un poquito de esas frases tan perfectas, que tu suave voz invada todo el comedor en una tarde de Domingo. Que decirte... que muchas gracias por ser como eres, y muchas gracias por invitarme a leerte, te quiero.
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