Sí, yo también creía que lo nuestro estaba por encima del “hoy
te odio, mañana te quiero pero pasado te olvido”
Creía que en verdad esto iba a funcionar. Tenía un plan B,
un C y hasta un jodido plan D por si acaso fallaba(s). En verdad en mis últimos
intentos de volver a serlo todo le inventé nuevas letras al abecedario con tal
de tener otra oportunidad a tu lado.
Le pedí un préstamo al tiempo a cambio de unos intereses muy
altos que a día de hoy sigo pagando. Llevé nuestro caso al Tribunal Superior de Justicia y en tu
defensa alegué las medias canciones a las que nunca puse letra y los miles de
videoclips en los que aún no estoy caminando de puntillas en el centro de
cualquier salón descuidado.
En defensa de ambos planteé todas las tardes en tu cama en
las que no me importaba morir si lo hacía entre tus sábanas. También mostré los
muchos gráficos de intensidades de todos y cada uno de los besos que nacieron
en Atocha y murieron en tu boca. Compartí con el jurado mi registro de
frecuencias cardiacas cuando te veía aparecer enrollando tus cascos sin saber
si besarme, llevarme al cine o aterrizar en tu desaliñado sofá para luego
acabar volando en el suelo helado de cualquier habitación.
Sí, yo también creía que esto estaba por encima de todo y de
todos. Que si juntábamos las sogas que nos ahogaban podríamos construir un
columpio en las alturas donde balancearnos sin miedo a cruzarnos con conocidos
que juzgasen nuestro recorrido a trompicones, siempre a trompicones. Pretendía columpiarte hasta que perdieras ese miedo a las alturas, olvidaras esas
manías que tantas veces juré que acabarían conmigo o simplemente te enseñase a
ver mi mejor verdad en mi yo más desnudo, justo ahí, cuando te miraba de frente.
Sí, yo sí que creía en ti. En lo nuestro.
Por creer creía hasta en esa furgoneta hippie con la que te
rescataría de tu banda oxidada de rock alcoholizado. En nuestro rencuentro a
los 40 y en que llegaría el día en que me enseñaras algo más que tres acordes
mal tocados de una canción, ya olvidada, de Metallica.
Creí en tantas cosas que hoy no son nada que ahora me cuesta
creer que yo siga aquí, que no haya desaparecido con ellas. Que esté aquí, sin
ti, sin mí.
Sin tus cuerdas ahogándome una vez más.