Si vienes a calmar mis miedos ya es tarde. No es a mí a quien tienen.
Aún así, puedes quedarte.
Quédate.
Quiero hacer en el epicentro de su vientre, justo donde habita su ombligo, un agujero negro que me devuelva, escupiendo, todas las mariposas que olvidaron en el mío sus larvas. Quiero enseñarle mis peores escombros, las ruinas que llevan su nombre y aquel entierro al que, sin flores de por medio, se atrevió a presenciar. Juro no volver a ser la séptima cuerda de nadie.
Quiero mostrarte cómo baila el alma, cómo sí que existe. Ella y los miles de hilos que unen sus vértices con cada una de las yemas de tus dedos. Quiero mostrarte todo esto, sin ánimo de lucro, sólo para que entiendas que cuando acaricias mi espalda no sólo soy yo quien se ríe, ella también tiembla.
Quiero mostrarte cómo baila el alma, cómo sí que existe. Ella y los miles de hilos que unen sus vértices con cada una de las yemas de tus dedos. Quiero mostrarte todo esto, sin ánimo de lucro, sólo para que entiendas que cuando acaricias mi espalda no sólo soy yo quien se ríe, ella también tiembla.
Aún soy más rápida que mi propio reflejo, no temas. Te aseguro que estoy bien, mamá. Y si dejo de estarlo no crearé nuevas líneas de meta en mis brazos, me limitaré a abrir aquellas que se atreven a cicatrizar para así recordar el dolor de lo que no quiero querer. De lo que no te mereces ver.
Quiero sacar de mi laringe un grito callado que llevo anudando desde el momento en el que perdí mi integridad en una cama con más años que yo. Me siento vieja y vacía cuando me acuerdo de ti. Y vulnerable. Vivienda de ocupas entrando a patadas. Vagón miserable de mercancías podridas. Me siento veleta de tus vapores nauseabundos, velero varado en el lodo de tu existencia. Todas con V. Con V de vida robada, de vanidad en tu rostro, de vaivén presuntuoso, de vicio calmado, de venganza.
De venganza queyo jamás llevaré a cabo.
De venganza que