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"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

lunes, 24 de noviembre de 2014

Maullidos del ayer.

Si el de ahí arriba le concediera una tregua a ese que late en la trinchera de la izquierda se sorprendería hallándome con las manos en la nuca, inhalando esa pared y tu nombre siendo tallado de nuevo por mis labios.
Me encontrarían pronunciando tu nombre como consuelo, como despedida, como inmóvil luz al final de un túnel o, simplemente, a modo de salvavidas.
Pero si me dejaran revivir un momento sería aquel en el que te elegí a ti entre muchas pistas de aterrizaje suicidas. Aquel en el que sin dudarlo te elegí entre cientos, entre miles. Entre todas; a pesar de los 3 centímetros que le faltaban a tu falda, y los 16 kilos de arrojo que le sobraban a tu lengua.
Me quedé con tu ceño fruncido, con las arrugas que producía tu risa de barra de bar no sólo en tus comisuras, con tus pasos dobles entre cañones dirigidos por ballestas y no por hombres con batutas.
Me quedé y me quedo con tus ideales, tus gritos y tus silencios sólo existentes cuando me tenías de frente.
Me quedo y guardo el pañuelo con el que te apartabas el pelo y sujetabas tus ideas de asaltos kamikaces a altas horas de la noche, porque como tú decías, “de noche, todos los gatos son pardos”

Me guardaría, si pudiese, cada una de las palabras que juraste susurrarme a la vuelta de tu esquina.
Los minutos de espera que vuelan en círculos cerrados esperando reencontrarse un día con tus arañazos que, más que quitar, me regalan la piel.
Me encantaría susurrar tus iniciales y que el viento, desmenuzándolas, se encargase del resto. Adelantaría unos segundos mi muerte, aunque eso supusiese robarme a mí mismo tiempo de pensarte, si me aseguran que mis ganas de verte jugarán de nuevo con el vuelo de tu falda cuando todo acabe.
Si me garantizan que sigues conservando la punta de la lengua sin mordeduras, que tus manos han sido atadas pero nunca talladas y que no se te ha sido estirpada la libertad que proclamaban las 3 franjas de tu bandera.

Y ya si me dejasen, volvería a sacarte a bailar de nuevo. Siendo esta vez mis manos las que alargasen tu falda, mis silbidos tus compases de ritmo y mis pasos la señal de un nuevo asalto, pero con la única condición de que este baile sólo sea de noche porque, como tu bien sabes, a esas horas, todos los gatos somos pardos.  

sábado, 1 de noviembre de 2014

Nómada de ilusiones

Sé que existes.

Que sin rodeos te acercas a su oreja y colgando un susurro de su lóbulo le decoras la comisura y le rompes por dentro.

Sé que vas de unas manos que no son las mías. Sin encontrarme. Perdida. Paseando por Madrid mientras todas las calles te parecen las mismas. Sé que te encantan los ascensores, a pesar de tu caprichosa claustrofobia, simplemente por el morbo que te produce imaginarte encima de cualquiera que se atreva a enjaularse contigo en unos segundos sin escapatoria. Que si al fin se decide entre su orgullo y tus labios tendrías en cuenta su arrojo para luego no ser tan dura con su error. Que le arrancarías la piel y luego te descompondrías para no dejar huellas. Que te quemarías y le arderías en cada quejido. Que al abrirse las puertas no volverían a verse sueños sin dueño en ese portal.

Sé que existes. Quizás no escondida en esa multitud, ni tras esa fila de personas, o animales con raciocinio, a la espera de un destello verde que les haga reanudar sus pasos. Sé que existes. Quizás no en esta calle, ni en esta vida. Quizás en la de otro que no es la mía. Quizás aún estés por venir, quizás ya te hayas marchado...

Sea como sea que seas sé que te encanta viajar, descifrar lunares y escuchar la poesía que recitan los ojos de aquellos sin prisas.
También estoy al tanto de las noches en las que te columpias bocabajo, colgando de los brazos de tu luna. Confiando en sus manos, temiendo de las tuyas.

Sé que huyes de todo lo que son pero que también te refugias de todo lo que fuiste. Que si te dieran a elegir vivirías entre las hojas que dan color a esas calles sólo para abrazar sus pasos y ser nómada de ilusiones.