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"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

viernes, 17 de abril de 2020

SILENCIOSA ORACIÓN


Siento como el corazón palpita más despacio que nunca, como si poco a poco cualquier rastro de vida se ralentizase a mi paso. Se me taponan los oídos, se enmudece mi voz y una nube gris -instalada desde hace días entre mis pestañas- amenaza con romper.

Siento como cada número nuevo me susurra una historia de amor al oído a cuyos protagonistas nunca alcanzo a contemplar el rostro.

Siento como el corazón se estremece y encoge; me sumo en ese estremecimiento y, cuando quiero darme cuenta, lo siento encharcado en una compasión inmensa que intenta abrazar en la distancia -ahora es siempre en la distancia- a aquellas familias envueltas en llanto.

Me siento más “lejos” que “cerca” y juro que me gustaría ser todas esas risas que faltan, esos brazos que arropan, esa mano que sujeta con firmeza, esa puesta de sol que calma e insufla esperanza. Me gustaría ser todo aquello que necesitan, todo aquello que merecen, todo aquello que ahora siento que no puedo dar.  Y entonces, todo “yo”, todo mi ser con sus miedos y angustias,  se convierte en oración; en la más humilde y silenciosa oración.

miércoles, 15 de abril de 2020

A veces me asusta.


A veces me asusta.


Y es que no acabo de acostumbrarme del todo a eso de que me nazcan margaritas de los dedos cada vez que acaricio tu espalda. Ni a que sepas si me desperté soleada, con complejo de vendaval o con pretensiones de huracán con tan sólo cruzar dos palabras.

Tampoco logro acostumbrarme del todo a esa fuerza con la que me atraes una y otra vez hacia tu persona, haciéndome recortar cualquier mínima distancia entre los dos. No entiendo cuál es esa magia tuya que -a pesar de los años- sigue siendo un misterio y logra envolverme por completo. Esa que me atrae sin miramientos ni frenos, que no entiende de lugares o momentos correctos. Aquella que me hace morder deliberadamente el anzuelo que despunta en tus pupilas para, minutos después, acabar muriendo en el filo de tu boca.

Y es ahí, justo ahí, a dos milímetros de rozar tu aliento, donde pierdo la razón y ya no tengo tan claro si muero o nazco, si acabo de resucitar o no había vivido hasta entonces, si sabes a cielo o acaso es éste quien sabe a ti convirtiendo así, el "blasfemar", en un pecado algo menos serio.