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"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

sábado, 26 de diciembre de 2015

Psique

Hoy, mientras dormía, una niña con ojos de trueno y mirada de tormenta ha venido a arroparme los miedos.  Me ha peinado la conciencia mientras tarareaba la canción que una madre algún día nos enseñó cuando aún éramos de nadie.

Se ha sentado en mis costillas y ha ido desmembrándome las razones que me ataban a su ayer.
Se ha acurrucado a mi lado y, uniendo los lunares de mis brazos, ha empezado a hablar de caminos propios y destinos programados.

Hoy, mientras dormía, una niña con curvas en los dientes y antojos de fresas me ha sonreído desde abajo y ha traído consigo los llantos de dos almas que compartieron un pasado.

Hoy ha venido Ella a acariciarme los errores, descolocarlos y soplar sobre ellos para que yo pueda dormir sin el peso de una culpa que alguien hizo mía.

Hoy, al fin, ha venido.


Ha venido y se ha quedado (mientras se iba) trayendo en sus mejillas un par de lunas para cada noche.

domingo, 6 de diciembre de 2015

"Será nuestro secreto"

Tengo el corazón embotado de un dolor que ya no es mío.
Unas cuerdas que gritan un desgarro continuo que ya no sufro.
La culpa de no ser quien querían que fuese.
Las lágrimas de una niña que ya no me conoce.

Tengo un gato que me invento. Un perro que lo persigue y del que yo siempre nos salvo.
Tengo un cuenco de leche en el suelo que siempre vuelco cuando vuelvo sobre mis pasos. Y entonces ellos se despiertan asustados, cargan el atrapa sueños y entran en mi cuarto. Yo me hago la dormida, así todo está bien, me digo. Así todo es más fácil, me calmo.

Entonces él se acerca y calla mis labios. 
-Tranquila pequeña, será nuestro secreto- me dice despacio.

Tengo el corazón embotado de un dolor que una vez fue mío.
Unas cuerdas que gritan un desgarro continuo que a veces sangra.
La culpa de no ser quien debería haber sido.
Las lágrimas de una niña que me abraza callada.



domingo, 29 de noviembre de 2015

Sólo a veces

No sé qué habrás visto de interesante en este caótico desorden de ideas que atormentarían a cualquiera que se atreviese a leerlas.

A veces, me siento como el boceto al que todavía nadie ha puesto ni risa ni base ni cielo.

No sé qué te habrá llevado a querer quedarte aquí. A instalarte en un sinfín de vaivenes, en un desastre continuo, en una interrogación infinita; sin luz, sin salida.

No entiendo que haces todavía deambulando por mi mundo. Con lo fácil que es quererse a medias. Besarnos ahora, desvestirnos con prisa y olvidarnos después.
Con lo sencillo que sería encontrarse como lo hacen dos cuerpos llenos de nada, con la hora justa para desaparecer y volverse a descifrar un par de días después.

No sé por qué aún no has huido de mis eternos mares o por qué ni siquiera te has puesto a salvo cuando acordonaban mi perímetro temiendo posibles derrumbamientos.  

No sé por qué sigues regalándome la espalda. 
Por qué acaricias y susurras cada una de mis vértebras cuando amenazo con convertirme en río y arrasar-me del- todo.

No sé por qué te empeñas en besarme las miserias, recoger mis escombros y reordenarme después. Ni tampoco entiendo esa bonita forma que tienes de convertirte en “hogar” y quedarte a vivir al borde de un acantilado desde el que se despeñan todos y cada uno de mis intentos de ser alguien mejor. 
-Uno tras otro.-

A veces, reconozco, que me siento en deuda contigo. A veces me da miedo no saber.

No sé qué habrás visto o creído ver, ni siquiera sé qué es lo que exactamente te habrá hecho quedarte con un despeinado cúmulo de catástrofes habiendo tantas mujeres no-rotas por el mundo.
No sé qué te habrá hecho elegir a un caos mal distribuido, a un error que siempre se repite y nunca se enmienda, para verte amanecer.


A veces, me gusta no entenderte. No saber bien tus motivos y aun así seguir encontrándote.



domingo, 4 de octubre de 2015

La especie inteligente.

Crucificamos a la verdad.

Ajusticiamos a la razón.

Matamos a aquél que sólo nos podía salvar.

Sembramos odio y rencor. Nos empeñamos en hacer crecer una semilla en tierra podrida. Quisimos llegar arriba sin ninguna raíz que nos sirviera de cimiento, de agarre, de contrafuerte.
Crucificamos, ajusticiamos y matamos. Y lo único que conseguimos fue quedarnos huérfanos de existencia, huérfanos de esperanza. Aniquilamos toda nuestra última posibilidad de llegar a ser y, por un momento, creímos que así estaríamos bien.

Creímos que con nosotros bastaba –y así nos fue-.

Y entonces comenzamos a caer, a llenarnos los vasos hasta arriba para ahogarnos en ellos después. Comenzamos a rodar por laderas que nunca acababan, a escribir nuestro final, nuestra propia desdicha. Creamos precipicios, túneles sin luz, pozos infinitos, abismos sin final, y nos lanzamos a todos y cada uno de ellos, de cabeza, sin miedo. Confiando –demasiado quizás- en el terrenal poder de los humanos, en unas alas que no teníamos, que ya habíamos perdido.

Inventamos el fuego, la rueda, la pólvora. Creamos el coche, la tele, las redes, la prensa.

Las mentiras, las excusas, los inviernos, los finales, los puntos, los errores, los riesgos, los insultos, la barbarie, las guerras y sus armas, los muertos y sus cicatrices.

Los secretos.

Las lágrimas, los silencios, los vacíos, las epidemias, las catástrofes, los infieles, lo corrupto.
No contentos con todo esto y más, sino aburridos en nuestra propia miseria inventamos los vicios, el poder, la desgracia, la comunicación, el comercio, la explotación, el hambre, la violación, la esclavitud, el mercado. La democracia.


Y a esto, lo llaman evolución y a nosotros la raza superior. La especie inteligente. 

jueves, 20 de agosto de 2015

Una al vida revés.

Me pierdo en esas mentiras que llamamos “piadosas” sólo para seguir reconociéndonos en el espejo.

Se me traba la lengua y me muerde la conciencia con cada uno de los “quédate” que no pronuncié. Me sangran cada uno de los párpados que abro sin ver.

Se me atragantan los besos que nunca (te) di. Se me duerme el pie, la culpa y la razón.

Me pierdo con cada paso que doy sin encontrar tus huellas en mi camino y es la razón la que me pierde a mí si te acercas y me pides que aguante sin besarte.

Y entonces me encuentro revoloteando en el estómago de aquel gigante que algún loco llamó molino. Y las paredes me agitan, se disuelven mis dudas con tus sonrisas y otro alguien me sube por su garganta, me pronuncia en sus cuerdas y me vomita a la realidad.

Y ahora soy mejor, soy de colores, huelo a algodón.

Y pienso con los pies.
Beso con los ojos. Miro con la nariz. Escucho con los dientes y respiro con y por tu aliento.

Y siento con los nervios, toco con los huesos y te sonrío con cada poro de mi piel.

Bajo escaleras que sólo cuelgan del techo. Saboreo los huesos que tiran al perro.
La última vida de un gato me reta a una noche de desenfreno.
La basura me arranca de mi cómoda vida, me baja al mundo y me lanza al cubo de las historias sin finales cuerdos.
Esos locos me señalan con el dedo mientras muerdo a una araña y le regalo mi veneno.

Quizás ese folio en blanco sepa más de mí que yo misma. Quizás eso de envejecer sólo sea una broma más de la vida, que sea cierto eso de que se puede ganar incluso perdiendo y que, ciertos destinos se escriben a ciegas y con espinas en los dedos.

Quizás los finales felices, las moralejas y los refranes no nos encajen del todo.

Y ahora escurre las penas, levanta la vista, guarda silencio y contempla cómo ese par de perdices se divid-SSSSSSHHH El cuento está a punto de empezar.



viernes, 7 de agosto de 2015

NoventaSesentaNoventa.

Ellas, que ya no sólo visten sino piensan como vosotros imponéis.

Ellas, que posan divertidas, casuales, perfectas.

Ellas, que disfrutan de esa clara fotogenia que alguien les otorgó con el único fin de sumar más aliados de guerra, más compañeras a las que dirigir, risueñas, a la muerte.

Ellas, que sonríen a la cámara y engañan a cualquiera. Ellas, con uñas postizas, pestañas perfectamente curvadas y, aun así, dolor en la garganta.

Ellas, que parecen realmente princesas, seres superiores, musas de poetas y pequeñas diosas de revista.

Ellas, frágiles y débiles. 
Ellas. 
Las mismas que siguen sus ridículos patrones creando cánones sin sentido que atentan contra la natura, la lógica y la propia existencia.

Ellas que, disfrazadas de inseguridades y miedos limitan sus sueños al tallaje de una 34.

Ellas, que miden la belleza en tres dígitos y no entienden de magias, ni trucos, ni cosquillas en la espalda.

Ellas, que cuentan la vida en porciones (Y castigos.)

(Y cortes.)
                           (Y hemorragias.)
                                                                    (Y pastillas.)
                                                                                                     (Y lágrimas.)


Y ahora dime pequeña reina de los focos, "y si el mundo fuera ciego, ¿a cuántos impresionarías hoy?"


viernes, 10 de julio de 2015

Aquella noche

Decías que las letras no eran lo tuyo sin ni si quiera prestar atención a las miles de composiciones que se encontraban inscritas en tu piel.
Solías decir eso de que las personas como tú no entendíais sobre los poemas y sus rimas y no te haces una idea de las veces que llegué a conjugarnos el verbo "ser" con cada una de tus sonrisas.

Me encantaba el hecho de que te sintieras tan lejano a todo esto, tan fuera de lugar; se trataba sin duda de otra clara ironía de la vida. Cómo alguien como tú no iba a entender de versos inacabados siendo, a su vez, el mejor ejemplo para entender la literatura, la creación, las noches en vela y hasta los márgenes escritos.

Por mucho que mi orgullo lo niegue he de reconocer que disfrutaba como nadie teniendo el privilegio de leerte entre líneas. Me encantaba eso de que fueras mi libro de mesilla en noches incompletas.
La verdad es que perdía el conocimiento con cada final inesperado en el que decidías calmar mis ganas con un punto y aparte (pero nunca final)

Me embriagaba con cada una de las metáforas que encontraban tus manos para explicar el milagro de la vida. Me recreaba en tus comas, arqueaba la espalda, besaba los puntos y me dejaba encontrar en cada uno de tus silencios suspensivos.

Encontraba en tus mayúsculas un buen lugar para comenzarte, en cada guión un momento para hablarte y en cada par de paréntesis un pequeño hueco para explicarte mis grandes dudas y fraudes.

Aquella noche, después de gritar en tus exclamaciones, me miraste a los ojos y trajiste contigo de vuelta a Neruda, Alberti y Machado, y entonces pude comprender que tú eras íntegramente aquello a lo que los valientes llamaban "poesía"



miércoles, 10 de junio de 2015

Fila 16, butaca 3. Gracias.

Truena mientras llaman a la puerta, y no sé si temerle a la tormenta o a que vuelvas -y te instales.-

Se mojan las futuras despedidas mientras a mí me atrapa, me muerde y me escupe la culpa.

Me río del “yo” de antes que se lanzaba al vacío. El mismo que bailaba al borde de cada uno de tus precipicios y jugaba a pescarte la luna en los charcos de esta ciudad. Me río yo de él, de sus fuerzas, de sus ganas, de su risa. De su irracional i n o c e n c i a.
Me río yo de mí. 
De mi “yo” del pasado, de aquél que se ahogó queriendo salvar hormigas de barro.

Truena.

Los cristales tiemblan, las paredes se agrietan y ella se desploma, se deja caer. Deja de ser mientras choca contra el suelo o la realidad y su mente se expande, vuela. D e s c o n e c t a. 

Esta vez no hay últimas oportunidades, ni gatos en los tejados, ni alfombras que despeguen y te pongan a salvo. Esta vez no hay nada, y por no haber no hay ni hogar, ni chimenea, ni abrazos que sostengan.

Pasen y tomen asiento, la realidad está a punto de empezar.




jueves, 28 de mayo de 2015

Mayo al otro lado de la almohada.

Fuiste la flor más bonita que jamás regalaré.
La espuma que disfraza mi sonrisa y reposa, divertida, en un simple café.
La tilde del “tú”,  la mitad de un “nosotros”, mi mejor piel, mi “yo” nacarado.
Fuiste la mentira que olvidé, la excusa que encontré, la mejor manera de volver a ser.

Fuiste la baldosa fría, el beso de mis rodillas a mi peor miedo, mi nausea preferida, el trago helado de después.
La confesión de lo absurdo, el crimen imperfecto, el error enmendado, el abrazo que sostuvo. Las ganas de volver.

Fuiste noviembre y sus largas esperas, enero y su frío en la espalda. Fuiste febrero y su falta de tiempo, marzo y sus besos, abril y sus comienzos.

Y hoy, precisamente ahora, eres un bonito mayo a punto de estallar en mil primaveras. Un mayo dormido, un mayo apagado, un mayo tranquilo.

El mayo al que todos los poetas roban versos a traición, al que cantan cuando componen, al que encuentran cuando se dejan, cuando se abandonan, cuando mueren para renacer después. Y yo, esta noche, tan sólo soy una más, una de tantas. Una de ésas que sufren de insomnio; de un bonito insomnio por verte respirar.

jueves, 14 de mayo de 2015

Blanco neutro.

Mis peores pesadillas no están hechas de callejones oscuros ni asesinos en serie.
No huyo de nadie, no hay bestias que me ataquen ni si quiera casas abandonadas en las que refugiarse.

Mi peor pesadilla deja a un lado las bandas sonoras tétricas, las cuchillas de Freddy y la sangre a raudales. Los monstruos sin cabeza y los payasos sin sonrisa.

Mi peor pesadilla nace, crece, se reproduce y muere en el mismo habitáculo de paredes blancas. No me escondo debajo de ninguna mesa porque no hay nada, absolutamente nada a mi alrededor. No grito porque, aunque me desgarrase la voz, el eco del silencio sería lo único que perturbaría mis oídos. No corro porque sé que no hay lugar en el que ponerse a salvo de uno mismo, tampoco me molesto en escaparme y huir de alguien porque ese alguien no existe, en verdad no tengo de quien hacerlo.
Mi peor pesadilla simplemente se resume a mi propio yo encerrado en un universo puramente blanco, suspendido en la idea del silencio, del naufragio más primitivo, de la soledad más punzante.

Él dice que los miedos están para afrontarlos, para mirarlos de frente y superarlos.

Dice que es tontería eso de sobrevivir pensando en el mañana, que me deje de cuentos chinos y me centre en vivir el presente. Que esto ha estado muy bien, pero hay demasiado mundo ahí fuera esperando a ser descubierto y que yo no tengo que tenerle miedo a nada.
Una noche como hoy, también me dijo que el blanco le parecía un color especial. Que era la simple ausencia de colores materiales pero, a su vez, la compleja unión de todos los colores luz.

Lo definía como “curioso”, y yo luchaba por no perderme de nuevo entre sus mil definiciones sobre la vida, el ser y el existir.

Decía que el blanco era nada. Que el blanco lo era todo.
Que no entendía si tenía pánico a la sensación de nada o a sentir que los humanos partimos de la base del todo.
Lo definía como “irracional”, y bueno yo… yo desde que tengo uso de razón juego a llenar de letras cualquier fondo blanco con el fin de que los sueños no tomen forma.                 

Y me  atrapen.  
  



lunes, 20 de abril de 2015

Olvídame, pero no del todo.

No te acostumbres a mí.
Quiéreme, pero no siempre.
Encuéntrame.
No me busques, sólo dibújame.

Regálame espinas sin rosas.
Canciones sin autor, cuentos en prosa.
Déjame ser el error. La “X” que no sabes despejar.
La mayor aberración, el mejor desgaste, tu peor decepción.

No me cosas razones, tampoco excusas.
Esos rotos no son míos.

Déjame sola.
Búscame después. Llévame a casa y abrázame.

Báilame el agua, ahógame después.
Enfríame de golpe para romperme a sorbos.

Cántame al oído, muérdeme las ganas, rompe las costuras que nos atan.
Alza el vuelo, firma la sentencia.
No intentes mantenernos, no nos pertenecemos.

Conóceme, pero no enciendas la luz.


Conóceme, pero no me entiendas... esta vez no quiero desaparecer.

jueves, 9 de abril de 2015

Marchando un par de branquias para la mesa 6

Llueve.

Se me inunda la razón y el piso de abajo no hace más que llamarnos a gritos.
Llueve.
Por tus cristales se escurre la pena y por los míos la culpa.
Llueve, y los perdones que pusimos al sol, ahora, gotean reproches.
Tengo los dedos fríos, las zapatillas mojadas y el alma calada.
Llueve, y los charcos se convierten en fango. Yo sonrío, me calzo mis botas y, de nuevo, me empeño en vivir en uno de ellos.

Llueve.
Y lo hace tanto dentro como fuera de este cuarto.
“No tienes de qué preocuparte, tan sólo son dos ríos desbordados.”
-Un pañuelo mojado.-
Llueve, y un par de humedades levantan tu pintura.

Hoy llueve y mañana volverá a hacerlo sobre mojado.

Sin embargo, esta noche, brindaremos por nosotros y dejaremos las copas en el porche para mañana ahogarnos en ellas; pero ya mañana.
Si tenemos que morir mejor hacerlo por todo lo alto que, en vasos, ya hay demasiados culpables ahogados.



Brinda conmigo, hoy serás tú el héroe.

lunes, 30 de marzo de 2015

Destiny not found.

"Se ha producido un error al introducir su destino" espetó con voz impasible la diminuta mujer que habitaba en el interior de aquél chisme. 

Hubiese sido bonito seguir escribiendo eternamente sobre nuestros “quiero y no puedo”. Sobre los lunares que se te escapan de entre los dedos y los suspiros que se atrincheran en tu oreja izquierda. Hubiese sido bonito seguir viviendo en una cuerda que no ata, en un final que no acaba o en esa respuesta a la que nadie preguntó.
Hubiese sido bonito seguir escribiendo sobre el error que aún no se cometió, el beso aquél que huyó antes de conocernos; la vida de nosotros dos en un mundo paralelo, en un mundo inventado, en un sistema mejor. Me hubiese gustado seguir viviendo, al menos, un par de eternidades más en el doble fondo de tu chaqueta, en la suela de tus zapatos o en la propia huella de tus pasos. En esa maleta que cojea, en  la tercera vuelta de fular, en la sopa de tu madre o en la cuenta atrás de alguna que otra sorpresa.

Hubiese sido bonito.
Bonito o aterrador, una de dos.

Dicen que hay eternidades que se quedan cortas. Otras, en cambio, parece que fueran a durar toda una vida y es entonces cuando me empeño en marcar mi cuerpo y demostrarme que nunca llegaste a ser para siempre. -A pesar de que estábamos a tan sólo una manzana de la inmortalidad.-




lunes, 23 de marzo de 2015

1ª persona del singular del pretérito perfecto simple de "jurar"

Juré que sólo necesitaba algo de tiempo.
Concederme una segunda oportunidad. Encerrar mis miedos y calcinar mi propio infierno.
Juré que mientras me sedaban por fuera y arreglaban por dentro no volvería a despertar abrazada a nadie más; y así fue. Que los días podrían convertirse en meses pero que no por eso dejarías de estar, que no habría ni avispas disecadas ni caminatas hasta las tantas.

Juré que volvería.

Que volvería a por ti. A por mí.
Que barrería nuestras miserias, desmontaría tu reciente armadura y pegaría todas nuestras grietas.

Juré que podrían venir miles pero que ninguno se quedaría. Que sería nómada de sábanas y pieles por eso de que hogares sólo hay uno.
Que nos diseñaría un par de alas y nos las cosería a la espalda, así, sin anestesia, sin avisar. Para que sangrase la libertad. Para que doliese y me sintieras de nuevo. Para que recordases cuál era el precio de que volásemos tan alto.
Juré que le escribiría a tu recuerdo cuando el mío apenas nos recordase, que en noches como ésta le hablaría a mis ganas de tus dedos y besaría tus besos aunque no encontrase tus labios.

Juré que nos encontraría, y ahora me siento tan estúpida que apenas logro aguantarle la mirada a la chica del espejo. Estúpida por creerte, por aún quererte.
Pensé que seguirías estando como siempre habías estado, pero me equivoqué.
Puede que os tomase demasiado en serio y en verdad valgas lo mismo que tus promesas.

Quizás por eso ya no prometo… Y a veces, sólo a veces, me arrepiento de haber jurado tanto y tan alto.

Y es que un día juré que volvería, pero que jodido se torna encontrar el camino a casa cuando no hay nadie esperándote ahí fuera.

... Y recorrió, por última vez, las ruinas de aquello que llamaba “hogar”

jueves, 12 de marzo de 2015

El mejor atentado contra la poesía.

Llegaste una noche y te presentaste como la casualidad más bonita que jamás se había inventado.
Tenías ojos de haber sufrido mucho, como quien lleva toda una vida perdiendo imperdibles.
Tu sonrisa delataba esas ganas de comerte el mundo y escupir los pedazos a todos aquellos que un día intentaron hacerte sentir pequeño.

Tus manos me demostraron que habías vivido mucho, quizás demasiado. Que no iba a ser la primera y lo más seguro es que la última tampoco. Ya sólo me quedaba el consuelo de intentar dejar huella, no ser una más, una de tantas, una como tal, una sin más. Quería ser yo, quería ser especial.

Los días comenzaron a volar y nosotros con ellos.
La ciudad se nos quedó pequeña y agotamos las esquinas de vernos. Los portales memorizaron cada despedida y cada noche cruzaban los dedos para que volviésemos a vernos. No sé si fue culpa del verano, del tiempo libre o de que siempre tuvimos algo con lo que soñar, algo que contarnos.
Tampoco sé si tuvo algo que ver que en casi todos nuestros encuentros el alcohol estuviese de por medio. No sé si fuimos el resultado de mucho humo y poca cuerda o le debemos todo a que nuestras almas comenzaran un baile que aún no ha terminado.
No sé si te echo de menos, si quiero que vuelvas o quiero ser yo la que regrese y te sorprenda por la espalda.
No sé si sigues estando ahí, si me buscas con la mirada en multitudes o encuentras mi olor en otras mujeres. No sé si me escuchas en cada canción que habla de alquitranes y carmines, de alfombras que vuelan o muebles que echan de menos ciertas espaldas. No sé si nuestro “nosotros” sigue funcionando sin mi, ni si yo puedo seguir sin ti.
A veces me siento tan libre que creo volar por encima de sus cabezas. Luego miro a mi izquierda y al ver que no estás  me desmorono, empiezo mi cuenta atrás y caigo en picado.

En días como éstos, duele tanto saber que no estás que intento cortar el cable que nos une al “nosotros", desactivarme de ti, de toda nuestra nada, de todo nuestro todo. De nuestro pequeño caos.

El tiempo pasa, el suelo se acerca y a esta altura el desenlace es inminente. Me voy quedando sin recursos a la vez que tus recuerdos me ahogan con fuerza y, en el último segundo,  me decido. Apuesto por el rojo y acabo haciéndonos volar por los aires.

Y es que querido, hay amores de los que se sale algo más que herido, pero ya sabes, amores que matan nunca mueren. O al menos, eso dicen.


jueves, 5 de marzo de 2015

Hoy podríamos ser inmortales.

Hoy es día de mentiras.
De empezarnos por el tejado y dejar las puertas abiertas animando por si acasos.
Hoy es día de disfraces, de caretas, de verdugos. Hoy es noche de vendavales y estufas apagadas.
Hoy deberíamos estar mirándonos. Ser el silencio mejor guardado y los gritos de dos que se encuentran tras muchas ganas; tras muchos d-años. Dos que se encuentran y se toman y se dan. Y se olvidan y se enamoran, y se rompen quebrándose y se abandonan llorándose.
Hoy deberíamos ser todo eso que soñamos, todo eso por lo que apostamos.
Hoy, aunque sólo fuese por una noche, deberíamos maullar a la misma luna y ronronear las mismas caricias.
Tú podrías ser mi barandilla y yo tu maceta. Tú el agua que quiero y no necesito y yo el cactus que pincha, que asfixia.
Podríamos ser tantas cosas que nos faltarían vidas para reencarnarnos.
Seríamos inmortales. Podríamos jugar a ser infinitos a pesar de que sólo durásemos un rato.
Seríamos esa canción, una promesa, un libro sin leer, la camiseta de dormir en tu casa, la sonrisa de los buenos días, la mirada de tener-te más ganas.
Volveríamos a serlo todo sin ser nada. Tu ave fénix, mi piedra que habla.
Hoy es día de pedirte que te quedes sin llamarte, que me quieras sin buscarme, que me enseñes a encontrarme.

Hoy es día de que dejemos a un lado las mentiras y empiece a escribirte en presente.

lunes, 16 de febrero de 2015

Puede jugar a ser quien quiera

Siempre ha sido ella, aunque a veces tuviese ojos de Silvia y sonrisa de perra.
Era ella hasta cuando se olvidaba en casa y salía a buscarme. Cuando nos fotografiaba desde arriba y desde abajo y desde ese lado bueno y desde aquél que no lo era tanto.
Era ella cuando salía pronto y llegaba tarde, cuando corría entre las gentes y sus excusas buscando algo de magia o encanto. Cuando se escondía detrás de mí porque le asustaba la forma en que empezaba a mirarla el mundo. Desde arriba. Por encima de su propio hombro. Y entonces yo le decía que no había ningún mundo mirando sino contemplando, pero no me creía.
Nunca lo hizo.
Tampoco la culpo.
Era ella cuando reía callando mis miedos, cuando susurraba y el mundo se paraba intentando escucharla. Era ella cuando se despertaba Anna y bailaba hasta las tantas, cuando se sentía Amy y bebía hasta perder la consciencia y hacer que le temblasen las piernas. Cuando tenía a Moisés en su piel y abría cualquier herida a modo de mar y dejaba que sangrase mientras paseaba sus pies -siempre descalzos- por mis resquicios embotados.
Era ella cuando soñaba despierta pero también cuando dormía en mi pecho en noches de guerra.
Cuando volaba. Cuando creía. Cuando era el último verso de Neruda y una de las muchas golondrinas de Bécquer.
Sí, era ella porque siempre volvía.

A veces se sorprende en brazos de otro siendo un poco Julieta. Hay noches en las que miente mucho y besa poco, otras en cambio, se deja la piel en los asientos del primer coche que encuentra.
Ella siempre es ella cuando le grita a la vida y ésta le castiga. Cuando besa su silencio y abraza sus heridas. Es ella cuando brilla, cuando despierta, cuando crea y nos reinventa mejores. Siempre mejores.

Ella era ella hasta que un día dejó de ser.
Y entonces se deshizo en la nada del caos sin saber que yo amaba cada una de sus pieles y sus diez mil versiones de mujer a pesar de que ni ella misma lo hiciese.



domingo, 8 de febrero de 2015

Se avecinan tormentas mi capitán.

Ayer llovió en el piso de arriba y hoy las goteras lloraban tu nombre y no hubo cojones a callarlas ni si quiera consolarlas.

Te dedicaría las 1000 cartas que te escribí en estas tres noches si no fuese porque las quemé todas con el único fin de que volviésemos a arder.
Te sonreiría, si tuviese el valor de mirarte de frente y no agachara la cabeza como quien sabe que apuñaló al corazón con el que latía.
Supongo que todo esto iba a volar por los aires tarde o temprano.
Que estábamos destinados a dinamitar y si no apretabas tú el botón acabaría haciéndolo yo.
Supongo que siempre he sido un poco cobarde, de esas a las que les encanta despedir sus mejores opciones desde el otro lado de la calle, echar la llave a las puertas del paraíso y perderse por sus propias cloacas. Supongo que si simplemente hubiese elegido unos minutos antes ahora no estaríamos así, simplemente “estaríamos”, que no es poco.

En verdad me duele tener que deshacerme de todo nuestro “nosotros” y es que Madrid es muy grande como para coger por el inodoro de mi casa. Tu colcha pesa demasiado para unas solas manos, mi sofá es muy cómodo y sin el espejo del baño no podría vivir.
La verdad es que todo esto es un bucle catastrófico, una pescadilla que se muerde la cola, sin cola pero con dientes. Sin ti los quicios no existen y sin tus quicios hasta mis puertas se derrumban. Las alfombras no vuelan y no hay humo que no me sepa a ti.
Sin ti nuestro “nosotros” cojea y es que nunca he sabido tirar muy bien del carro, siempre he sido más de toallas y hoy las noches duelen hasta cuando prometes que no lloverás ahí fuera nunca más.

Hoy me encuentro algo más vieja, más perra y hasta puede que más puta, ¿por qué no?
Hoy me pesan más que nunca los años pero, por primera vez, también las equivocaciones. Las páginas en blanco y los besos que empiezan a caducarse. Como tú, como yo. Los ascensores que bajan sin viajar, las azoteas abandonadas y los soportales que apostaron sus humedades por nuestra felicidad.

Me pesa también la culpa, la agonía de desintoxicarme, pero sobre todo la ropa que ya nadie arranca, y es que, todos pesamos algo más con ese par de prendas mojadas y aquí dentro no deja de llover y yo ya tengo el alma calada y la garganta encharcada.

jueves, 5 de febrero de 2015

Memorias de alguien que fue.

Enamoradiza.
De cada mirada, cada nota, cada poema y cada verso sin creación.
Libre. Sin más, sin explicaciones, sin sentido, sin ti.
Volátil, como su falda o sus ganas.
Efímera, como sus promesas y mi felicidad.
Callada, como sus mentiras o mis perdones.
Caprichosa, como la suerte, el destino, la magia o la realidad.
Dulce, como el agua que nace, que cae, que resbala, que muere y se enamora en un mar.
Ácida.
Como la corrosión misma.
Desvergonzada, como mis manos en su espalda, mis palabras en su oído o mi lengua en su clímax.
Sutil, como una puerta entreabierta, un botón mal abrochado, unas medias en el suelo, una sábana que roza, un suspiro que abandona.
Tímida, como las palabras sin voz, las notas sin firmar, las postales sin enviar.
Grande. Sin connotaciones.
Cálida, como tu abrazo, como la manta que encierra nuestras guerras o como tu sonrisa al despertar.
Orgullosa, cuando todo se va, cuando todo se pierde, cuando solo queda esperar.
Desesperante, como esa espera en la que no llegas.
Dolorosa, como cada despedida, cada llamada sin contestación, cada adiós apresurado, cada mentira confesando.

Valiente, pequeña, fugaz, inestable. Apresurada, miedosa, irrefrenable, suspicaz.

Desconfiada, reticente, recelosa, malpensada.

domingo, 25 de enero de 2015

Soy lo que soy, no lo que debería ser

Soy lo que soy.
Un cúmulo de errores que nunca aprenden.
El huracán que derriba casas sin tejados. Con sus gatos y sus piedras.
A veces me encuentro, pero no siempre que me pierdo.
Guardo tus cartas, memorizo tu letra.
Beso tus pasos.
Piso tus huellas.
Bailo sobre tu tumba y empiezo a llover.
Uno mis lunares y me coloreo.
Mis 3 pecas amenazan con desaparecer y el lunar del dedo meñique del pie se ríe de mí con sarcasmo, con sorna.
Auto medico mis lágrimas.
Drogo mis instintos.
Engaño mis vicios y bebo mis penas.
El insomnio me padece desde que no me dejan soñarte.
Me endeudo con tu espalda cada noche y soborno a la luna para que me deje besarte.
Soy la séptima vida de un gato, la última costilla.
La espina en tu garganta, el agua que te salva.
Un paraguas que se abre.
Una escalera que se cierra.
Un espejo que se rompe.
El vaso en el que te ahogas, el salvavidas de tus noches.
El alcohol que te calma.
La resaca que te mata.
Soy el cántaro de la lechera, el soplido de un lobo.
La tostada que se cae.
La moneda que se pierde.
Los sueños que se rompen cuando la realidad pisa fuerte.

No me quiero. Tienes razón.
Tampoco dejo que me quieras.
Tienen razón.
Me auto regalo libros en blanco que ayer escribí, mañana dedicaré pero nunca leeré.
Pierdo aquello que quiero.
Rompo todo lo que toco.
Alejo todo lo que amo.
Y abrazo mi propio cactus envenenado.

Me angustian los bolígrafos sin tinta y los semáforos en ámbar.
Me transformo en clavo y luego ardo sólo para que me agarres con fuerza.

Soy lo que soy, no lo que debería ser.

Me anudo a tus cuerdas.
Olvido tus dedos.
Asesino a la suerte. Lloro tu muerte.
Me ato a la cama y brindo por la libertad de perderte.

Ahuyento a mis ángeles.
Devoro tus miedos.
Emborrono los míos.

Te miento.
Me descubro.
Te alejo, de nuevo.
Me miento, me destruyo.
Me descubres.

Me salvas. 
   Me endeudo. 
Te quiero.

jueves, 15 de enero de 2015

Fuimos la combinación más bonita abocada al fracaso.

"Tú eras madera y yo tu charco y ambos prometimos navegar en la sombra de tus piernas.

-Llegué tarde a la única cita que me prometió la vida contigo y ahora vago entre los andenes de las            idas y venidas, perdido en el de los besos en las comisuras y las miradas de reojo.-

Y yo fui tu perdición y tú mi excusa…

-Vivo de lo que la gente regala a alguien que aún forma parte del mundo. O de lo que les sobra y no quieren, de lo viejo y que ya no necesitan. 
De las cosas que se tiran,  los trastos que sólo ahogan y las medias tintas que abruman conciencias.-

… y ambos acabamos podridos por dentro y por fuera,

-Duermo en los asientos del primer tren que se tercie, del que no me cobre por las heridas sin curar y no ponga quejas a mi equipaje de mano. Un kilo de sal que nunca cura y la canción desesperada de alguien que también llegó tarde a su cita.-

…por eso de que la madera y el agua no hacen buenas migas."

jueves, 8 de enero de 2015

Vaya usted a la mierda.

Saca un cigarro de su pitillera mientras una voz le saca a él de su eterna ausencia y anuncia, sin prisa, que su tren esta vez no realizará parada. Y entonces Troya arde un poco más y Grecia se queda callada. Roma se viene abajo y Moscú se pierde en la sopa helada a la que alguien canta una canción ya olvidada.
Riad reza y París tiembla.
En Gatwick aterrizan de emergencia y Canadá siembra estrellas fugaces en el cielo de Irak.
En Boston quien no corre vuela y Rusia parece lavarse las manos una vez más.
Hong Kong protesta, Wall Street cierra con fuertes ganancias, el Dow Jones sube un 1,23% y el mundo, queridos, el mundo se va un poco más a la mierda.


Suerte que a falta de París siempre nos quedarán tus sábanas de sábado o tus sábados entre sábanas, ya no sé lo que digo y mucho menos, lo que escribo.

sábado, 3 de enero de 2015

Éramos tóxicos al tacto y matábamos por rozarnos.

El problema no era que le temieses a los días grises, a las tormentas de verano y a los inviernos demasiado fríos. A las sábanas sin olor a vainilla, los quicios sin besos y alfombras sin vuelos. 
He de aclarar que tampoco me hacían recular las manos de aquellos que, sin saberlo, tiraban del carro que ya había sido estrellado en una de esas curvas que tanto odié. No tendrías ni que haber repudiado a aquellos que intentaron sacarme cuando todo empezaba a arder, cuando las ventanas se resquebrajaban una a una rindiéndose al juego, y yo me limitaba a sonreír con un par de nostalgias rodando por las mejillas mientras me despedía de mí y mis dudas echando el seguro a la puerta de atrás.

El verdadero problema vino cuando empezaste a ser unos miedos con persona y no al revés. 

Cuando sin saber hacia dónde andar te elegí a ti como Norte y las vueltas en círculos hicieron de esto algo más vomitivo y mareante. 
Perdidos en el sur de unas tierras que ya no visitaremos te elegí a ti de nuevo como brújula y faro y acabé sumergida en el fondo de tus miedos al no recordar que ninguno podía ser luz de nadie ya que nos fundimos hace un tiempo. Y tuve que dejarme de brújulas y  guías por eso de que tus campos magnéticos se voltearon de nuevo. -Nunca entendieron de magias.-

Y la verdad es que acabé más perdida que nunca, más sola que la una y más jodida que ninguna.  

Con la única certeza de que todo dura lo que tiene que durar por mucho que quieras seducir al destino o a su acompañante El tiempo. 
Que si segundas partes nunca fueron buenas las cuartas sólo son "cuartas" sin "u" narrando tontos suicidios.Y que simplemente hay almas destinadas a pisarse los pies en un único y último baile, a escuchar tan sólo el lado A de una cinta de casette, y obligadas a recordar esos viajes al futuro desde la misma almohada. 

Que esta vez llueve sobre mojado y mis ganas ahogadas ya sólo luchan por una bocanada de aire fresco.

Y es que tú siempre has sido algo cartón y yo demasiado "lluvia".
Torrencial.