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"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

martes, 30 de diciembre de 2014

Llamadas de autoayuda.

El teléfono sonaba y yo corría descalza salteando todas las cajas de cartón que me recordaban que ya no estabas, que era muy posible que no volvieras y que el invierno podría entrar en cualquier momento por esa ventana y hacer de este salón su maldita caja de pandora.

A 2 segundos de la rendición llegaba yo y descolgaba el teléfono fingiendo que no había cansancio en mi voz y ocultando los picos de mi respiración.

-¿Si?

-Hola, ¿Hay alguien ahí?

-… Clara, ¿eres tú?

Era pronunciar tu nombre y la no-conversación acababa. Entonces con mil gritos en la garganta miraba el reloj y entendía que eras tú. Que no había otra que le temiese a las horas, que temblase cuando sus miedos estaban a punto de devorarla ni que gritase mi nombre teniendo como aliado al silencio de una llamada. Sabía que eras tú por tu manía de quedarte callada ante los problemas, por el ritmo desacompasado de tu respiración y porque yo ya sólo sabía vivir en ella.
Eras tú y no me cabía la menor duda de ello porque por 12 segundos yo volvía a vivir de nuevo. Porque era hora punta, hora del miedo y de las llamadas de auto-ayuda y porque no había otra que guardase silencio más alto que tú.
No era la primera vez que te descubría, ya sabía que hacer, no éramos nuevas en esto; tú me conocías bien y yo sabía deletrear cada expiración tuya. Me calzaba las botas de agua por si los charcos osaban tentarte, dejaba todo a medio hacer y cogía las llaves y los 16 euros de la entradita guardados para esto. Llamaba al ascensor, me desquiciaba su calma y mientras bajaba por las escaleras me soltaba la coleta y meneaba la cabeza. Salía del portal y ya sólo me separaban de ti un bus y unos cuantos metros.

Contaba los minutos que arañaban mi reloj y los semáforos que jugaban en nuestra contra jurando vengarme algún día. Bajaba de un salto y comenzaba la cuenta atrás de los 20 metros más largos que jamás nos habían separado.
Entonces yo llamaba al timbre mientras ponía un pie dentro,  tú levantabas la vista, recogías tu flequillo detrás de la oreja y te hacías la sorprendida al verme, fingías que la tienda no te dejaba tomarte ni un respiro (a pesar de estar vacía) y yo mentía e inventaba que me hacía falta una nueva caja para guardar los libros que ya había leído.
Tú me sonreías levantándote de la silla, cogías mi mano y me guiabas hasta la sección de cajas de cartón que tú misma hacías.  Ahora me tocaba fingir que me decidía por la de ositos aunque objetaba que la de estrellas me tenía engatusada desde hacía meses, tú te reías y me pedías que te la alcanzara, que aún estabas esperando el estirón de los 20.
Te separabas, tomabas la delantera y volvíamos al mostrador donde me cobrabas diciéndome que buscarías mi número entre esos papeles que tenías en frente y llamarías cualquier día; que estaría bien eso de vernos fuera del trabajo, tomarnos unas cervezas y recordar viejos tiempos. Yo en esos momentos simplemente sonreía, sabía bien cuando mentías, pero me encantaba el hecho de estar de nuevo en tu boca aunque fuese sólo por unos instantes. Ahora era yo la que guardaba silencio recordándonos  y esperaba, sin prisas, a que te levantases y me despidieras en la puerta.

Prometiendo vernos pronto doblaba la esquina girándome antes y viendo tu sonrisa entre la gente y entonces ahí es cuando me iba del todo satisfecha, sabiendo que había sido capaz de contestar tu llamada.

Y así es como una vez más, vuelvo a casa sola, con la única compañía de una caja que me obstaculizará el paso cuando llames callada y me recordará, cada mañana, que el invierno sopla con fuerza contra mi ventana desde que no despiertas al otro lado de la cama.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Tu Roma, con sus ruinas y pérdidas.

Yo solo quería ser tu Roma personal y los caminos que te condujesen a ella. Los atajos que te perdiesen y los laberintos donde nos encontrases huyendo de las horas. Tu mayor ruina y mi peor reconstrucción. Tus columnas sujetando nuestro suelo y aguantando el que era su cielo.

Yo solo quise ser las dos caras de la moneda para siempre darte suerte, sin saber que la suerte estaba de mi lado y, por eso, siempre caía de canto.

martes, 23 de diciembre de 2014

Nos puse en vibración y olvidé donde nos guardé.

Debe ser duro eso de buscarnos en las aceras, escurrirnos sin nosotros en las acequias o reflejarnos sin vernos en los charcos de esta ciudad. Ya no recuerdo cómo sonábamos cuando el mundo se apartaba y nos abría paso entre pisadas que deambulaban en círculos cerrados quejándose por la falta de tiempo sin ni si quiera mover un solo dedo por liberar sus muñecas. Ya no sé a qué sabe ese mar en el que aún no nos ahogamos ni cómo picaban esos jerseys que nunca compramos. Siempre tendré la duda de si hubieses sido de azúcar o de tomarlos con sacarina, de quitarle la espuma o colar la telita que a todos nos sale si nos recalentamos demasiado.
Debe ser agonizante eso de cruzarnos y no reconocernos, de llamarnos a gritos y tenernos en silencio. Debe ser estrepitoso eso de follarnos a oscuras y girarnos la cara de día, eso de buscarnos en un portal y abandonarnos en cualquier rotonda para despistar  nuestras ganas y que esta vez no nos sigan.

Debe ser jodido eso de no encender la luz cuando estés leyendo mi piel por no encontrarte con que no es mi mano la misma que araña tu espalda, y que es tu puño el único en alto y el mismo que lanza nuestras piedras firmadas contra el tejado de tu propia cabaña.

 Es jodido sí, y duro también. 

lunes, 22 de diciembre de 2014

Sin super, sin capa.

La gente como tú, abuelo, no tenéis un hueco entre esas hojas, no. Ni siquiera un simple e inadvertido pie de página en esos libros ilustrados que tantas veces nos miraron desde abajo.

Quizás tu nombre no llegue a salir en las noticias, ni tus versos navideños en la esquela del periódico que los domingos, hace de vasallo a los churros del viejo Joaquín.
Puede que tu cara no de color a esos comics, ni que tus refranes echen raíces en las próximas generaciones. Es más, puede que una noche el día se levante, pase por tu esquina y no recuerde que ella fue siempre tuya. Puede que una mañana sea de nuevo primavera (siempre más fría que ésta) y entonces nuestro árbol olvide tu empeño y tus cuerdas desviviéndose por mantenér-nos-lo recto.
Puede que eso pase, que llegue el día en el que ya no estés y las rosas se pudran y ella, bueno… y ella se duerma con las manos llenas de nada.
Puede que de repente la cama se vuelva gigantesca y los kilómetros empiecen a crecer con cada simple giro de almohada. Que los paseos por el parque no tengan parada en aquel nuestro banco y que las golondrinas abandonen la ventana donde tantas veces tendimos a secar nuestros sueños.
Quizás llegue el día en el que necesiten luz ahí arriba y te pongan por apellido el nombre de cualquier nueva y tonta constelación.
Y entonces yo, desde aquí abajo, escribiré sobre el mayor héroe que tuvo cojones a pisar este planeta y seguir brillando después. Sobre aquel que, con el príncipe más pequeño de todos como maestro, supo cerrarnos los ojos uno a uno para que comenzáramos a ver.

Y es que resulta que a veces, los verdaderos héroes son aquellos que se dejan el “super” y la capa olvidados detrás de la puerta para así, sin estorbos, enseñarte a sobrevivir cuando tú mismo te disparas.

Por más héroes así. Sin super. Sin capa.
.


III. Relojes de arena.

Vístete de sábado, anúdate un lazo y olvídate en la puerta de mi casa tras haber llamado.

Arranca mi  pijama y la piel que me mata. Desnúdame, muérdeme y olvídame después.
Abre el cajón de la izquierda, mezcla todos los colores que el que no espera por nadie te permita y dibújanos perfecta la sonrisa, que ella y yo ya nos encargaremos de borrarte de nuevo.

Vísteme de día, engáñame de noche y abandónala a ella en algún indeleble bosque donde no conozcan (aún) los amaneceres. Entiérrala si quieres. Lejos de mí, pero sobretodo de ti. Lejos de nosotros, lejos del sofá. Lejos de casa.
Rompe las manecillas de todos esos relojes, que suicidas, van amontonándose en tu cuello y haz con ellas un puente que te ayude a volver a la misma realidad que a mi me abandona en noches como ésta.
Bésame cuando esté contigo y abrázame cuando deje de estarlo para que sepa volver de nuevo a nuestro lado.

Y si ves que tardo, lléname de arena y golpéame hasta romperme, y quizás así se detenga mi tiempo y el tuyo comience.


lunes, 24 de noviembre de 2014

Maullidos del ayer.

Si el de ahí arriba le concediera una tregua a ese que late en la trinchera de la izquierda se sorprendería hallándome con las manos en la nuca, inhalando esa pared y tu nombre siendo tallado de nuevo por mis labios.
Me encontrarían pronunciando tu nombre como consuelo, como despedida, como inmóvil luz al final de un túnel o, simplemente, a modo de salvavidas.
Pero si me dejaran revivir un momento sería aquel en el que te elegí a ti entre muchas pistas de aterrizaje suicidas. Aquel en el que sin dudarlo te elegí entre cientos, entre miles. Entre todas; a pesar de los 3 centímetros que le faltaban a tu falda, y los 16 kilos de arrojo que le sobraban a tu lengua.
Me quedé con tu ceño fruncido, con las arrugas que producía tu risa de barra de bar no sólo en tus comisuras, con tus pasos dobles entre cañones dirigidos por ballestas y no por hombres con batutas.
Me quedé y me quedo con tus ideales, tus gritos y tus silencios sólo existentes cuando me tenías de frente.
Me quedo y guardo el pañuelo con el que te apartabas el pelo y sujetabas tus ideas de asaltos kamikaces a altas horas de la noche, porque como tú decías, “de noche, todos los gatos son pardos”

Me guardaría, si pudiese, cada una de las palabras que juraste susurrarme a la vuelta de tu esquina.
Los minutos de espera que vuelan en círculos cerrados esperando reencontrarse un día con tus arañazos que, más que quitar, me regalan la piel.
Me encantaría susurrar tus iniciales y que el viento, desmenuzándolas, se encargase del resto. Adelantaría unos segundos mi muerte, aunque eso supusiese robarme a mí mismo tiempo de pensarte, si me aseguran que mis ganas de verte jugarán de nuevo con el vuelo de tu falda cuando todo acabe.
Si me garantizan que sigues conservando la punta de la lengua sin mordeduras, que tus manos han sido atadas pero nunca talladas y que no se te ha sido estirpada la libertad que proclamaban las 3 franjas de tu bandera.

Y ya si me dejasen, volvería a sacarte a bailar de nuevo. Siendo esta vez mis manos las que alargasen tu falda, mis silbidos tus compases de ritmo y mis pasos la señal de un nuevo asalto, pero con la única condición de que este baile sólo sea de noche porque, como tu bien sabes, a esas horas, todos los gatos somos pardos.  

sábado, 1 de noviembre de 2014

Nómada de ilusiones

Sé que existes.

Que sin rodeos te acercas a su oreja y colgando un susurro de su lóbulo le decoras la comisura y le rompes por dentro.

Sé que vas de unas manos que no son las mías. Sin encontrarme. Perdida. Paseando por Madrid mientras todas las calles te parecen las mismas. Sé que te encantan los ascensores, a pesar de tu caprichosa claustrofobia, simplemente por el morbo que te produce imaginarte encima de cualquiera que se atreva a enjaularse contigo en unos segundos sin escapatoria. Que si al fin se decide entre su orgullo y tus labios tendrías en cuenta su arrojo para luego no ser tan dura con su error. Que le arrancarías la piel y luego te descompondrías para no dejar huellas. Que te quemarías y le arderías en cada quejido. Que al abrirse las puertas no volverían a verse sueños sin dueño en ese portal.

Sé que existes. Quizás no escondida en esa multitud, ni tras esa fila de personas, o animales con raciocinio, a la espera de un destello verde que les haga reanudar sus pasos. Sé que existes. Quizás no en esta calle, ni en esta vida. Quizás en la de otro que no es la mía. Quizás aún estés por venir, quizás ya te hayas marchado...

Sea como sea que seas sé que te encanta viajar, descifrar lunares y escuchar la poesía que recitan los ojos de aquellos sin prisas.
También estoy al tanto de las noches en las que te columpias bocabajo, colgando de los brazos de tu luna. Confiando en sus manos, temiendo de las tuyas.

Sé que huyes de todo lo que son pero que también te refugias de todo lo que fuiste. Que si te dieran a elegir vivirías entre las hojas que dan color a esas calles sólo para abrazar sus pasos y ser nómada de ilusiones.


viernes, 24 de octubre de 2014

Coordenadas negativas.

Idiota de mí, que creía que por memorizarte de aquella forma no perecerías.
Cobarde.
Cobarde por ser, impasible, la que acordona tu garganta con unas manos que no tiemblan. Por ser la misma que no es capaz de apartar ese taburete y acabar, así, la condena que yo misma te impuse.

Ingenua maldición aquella que llevo a las espaldas por intentar hacerle a sus sombras el camino más llevadero.

Maldita la voz que te invita a brindar por la oquedad en tu estómago, por el eco de sus “esa no es la salida” rebotando en tus paredes.

Ingenuo mi yo que cree en un brillo que apaga el de mis ojos, en un frío que quema, en unas manos que no tienen a qué agarrarse. Estúpidas mis alas que siguen el susurro que las hace creer que sin luz propia también se irradia.

sábado, 18 de octubre de 2014

Desafiando cualquier ley de gravedad

En verdad siempre hubo un poco de Enero en sus pestañas y algo de Septiembre en sus abrazos. Fue la razón más bonita que encontró un día Salamanca para despertar.

Madrid de su mano.
Eso sí que era una ciudad. A eso sí que se le podía llamar volar.

A decir verdad nunca supe diferenciar cuando mentía o cuando decía la verdad. Supongo que eso ahora es lo de menos, que aquí sus palabras están de más y las mías apenas intentando romper ese bajo cero.

Que no sé si llegué a desnudarla alguna vez o sólo soñé con ello las 362 noches que faltó en mi cama. Tampoco sé si alguna mañana, antes de su rutinario abandono me dijo su calle, o su número, o si era de café caliente o le bastaba con sólo tenerlo templado. Puede que esos acordes tengan razón, que no sepa nada de ella y, ya que estamos, de mi tampoco. Y es que ¿a quien quiero engañar? en verdad no se nada, más que llegué a odiar cada una de las costuras que moldeaban su cuerpo y en un ataque de celos, rabia, o vete tú a saber qué quise acabar con cada una de las vocales que abrazaban su nombre.

Que hicieron falta 3 noches viéndola brillar, desafiando a Neewton y su famosa gravedad al borde de un escritorio para echarla de menos, con esta, trescientas y muchas madrugadas.

Que esto de olvidarla me viene grande a pesar de que nunca llegase a conocerla del todo bien, o del todo mal. Pero refugiándome en los pocos "por si acaso" que me quedan sigo calentando una taza más que la otra por si alguna noche vuelve a traerla de vuelta el mismo viento que un día se la llevó al quemarse con su propias cenizas.




domingo, 5 de octubre de 2014

Sin cruzar-te los dedos.

Algún día, Malasaña, serás mía.

Y entonces podré colgar mis penas a secar en tus balcones.
Embriagarme en cada uno de tus bares, saborearte en cualquier descansillo de portal y mecerme en tu brillo. Salir a perderme por tus calles y doblarme dejándome la vida en las mismas esquinas que a ti te la dan.

Viviré sobre tus bordillos, pasearé por tus avenidas y pisaré tus charcos hasta calarme el alma evitando así, que el frío tome tus entrañas.
Daré de comer a tus mendigos para saciar, hipócritamente, mis ganas de cambiar el mundo y luego calmaré mi hipocresía comprando humos baratos al moro de abajo. Compraré hasta hacerle el mes, o al menos su jodida mejor semana. Compraré hasta que sus pulmones aguanten y mi paciencia le soporte.
Luego volveré sobre mis pasos remarcando mis huellas y buscando mis bragas. Regaré la única planta y, buscándolas a ellas, te encontraré a ti. Sentado frente a una hoja en blanco, fumando de más y quejándote para variar, de que doña Inspiración no volvió esta noche para besarte.
Reprochando que hasta el papel con el que te los lías está más lleno que esta birria.

Y entonces será ahí cuando concluya mi búsqueda, o al menos la posponga, pues sin quererlo he encontrado un alma sedienta de un poco de amor o quizás sólo de unas cuantas escenas frente al espejo que puedan ser vomitadas luego en ese ilógico guión.

Guión ya leído, ya escrito, que finaliza con un juramento de amor eterno pero esta vez, sin trampas. Sin dedos cruzados de por medio.

sábado, 4 de octubre de 2014

0275.

Me dijeron que lo más bonito se encontraba en el interior de cada ser y me pasé media vida desmembrando insectos. Que lo que de verdad merecía la pena conocer estaba dentro de uno mismo y me pasé los que fueron mis últimos días, removiendo mis entrañas, estrujándolas sin más y exprimiéndolas con fuerza en busca de un elixir maldito que llevase grabado tus iniciales.

Decepción.
Lo único que hallé fue dolor y unas manos demasiado ensangrentadas hasta para mí.

Me dijeron que las heridas se curaban, mudaban su piel y cambiaban su nombre por uno más respetable, “cicatrices”, pero no me dieron solución a esto de estar abierta en canal. A esto de sangrarte con cada gota y seguir buscándote con las manos enpsicopatadas y los ojos nublados de no verte.

Me dijeron tantas cosas que aquí estoy, muriendo con cada parpadeo de aquél reloj de pared. Vacía por fuera y ahora por dentro. Buscándote a ti en mí, detrás de mis entrañas o escondido en uno de esos recovecos de mi intestino. A decir verdad, tratándose de ti nunca tuve remedio y ésta, en realidad,  sólo es otra noche más en la que acabo igual que siempre.

Desmenuzándome. Extirpándome poco a poco. Sin prisa, muriéndome por fuera pero matándome por dentro.

Descuartizándome, sangrando y desangrándome por ti, por encontrarte. Por encontrarte de nuevo en mí.

martes, 30 de septiembre de 2014

Creí en tanto que me quedé para tan poco..

Sí, yo también creía que lo nuestro estaba por encima del “hoy te odio, mañana te quiero pero pasado te olvido”
Creía que en verdad esto iba a funcionar. Tenía un plan B, un C y hasta un jodido plan D por si acaso fallaba(s). En verdad en mis últimos intentos de volver a serlo todo le inventé nuevas letras al abecedario con tal de tener otra oportunidad a tu lado.
Le pedí un préstamo al tiempo a cambio de unos intereses muy altos que a día de hoy sigo pagando. Llevé nuestro caso al Tribunal Superior de Justicia y en tu defensa alegué las medias canciones a las que nunca puse letra y los miles de videoclips en los que aún no estoy caminando de puntillas en el centro de cualquier salón descuidado.
En defensa de ambos planteé todas las tardes en tu cama en las que no me importaba morir si lo hacía entre tus sábanas. También mostré los muchos gráficos de intensidades de todos y cada uno de los besos que nacieron en Atocha y murieron en tu boca. Compartí con el jurado mi registro de frecuencias cardiacas cuando te veía aparecer enrollando tus cascos sin saber si besarme, llevarme al cine o aterrizar en tu desaliñado sofá para luego acabar volando en el suelo helado de cualquier habitación.

Sí, yo también creía que esto estaba por encima de todo y de todos. Que si juntábamos las sogas que nos ahogaban podríamos construir un columpio en las alturas donde balancearnos sin miedo a cruzarnos con conocidos que juzgasen nuestro recorrido a trompicones, siempre a trompicones. Pretendía columpiarte hasta que perdieras ese miedo a las alturas, olvidaras esas manías que tantas veces juré que acabarían conmigo o simplemente te enseñase a ver mi mejor verdad en mi yo más desnudo, justo ahí, cuando te miraba de frente.

Sí, yo sí que creía en ti. En lo nuestro.

Por creer creía hasta en esa furgoneta hippie con la que te rescataría de tu banda oxidada de rock alcoholizado. En nuestro rencuentro a los 40 y en que llegaría el día en que me enseñaras algo más que tres acordes mal tocados de una canción, ya olvidada, de Metallica.

Creí en tantas cosas que hoy no son nada que ahora me cuesta creer que yo siga aquí, que no haya desaparecido con ellas. Que esté aquí, sin ti, sin mí.
Sin tus cuerdas ahogándome una vez más.



sábado, 27 de septiembre de 2014

Marcharse de puntillas

Solía apartarse el pelo de la cara, sostenerse la barbilla y llevarse de la mano a cualquier otra parte cuando las cosas se ponían feas.

Escudriñaba su interior y creaba túneles sin salida para esconderse después y discutir con esas voces que, ancladas en el pasado, querían ser partícipes de su futuro.
Gritaban y ella se susurraba qué hacer. Corría y temblaba. Temblaba hasta caer.
 Y sólo cuando no le quedaban más vibraciones en la garganta buscaba un cordón en el techo, tiraba y aparecía de nuevo frente al espejo.
Entonces corría la cortina, se lamía las heridas y sollozaba en sus hombros. Giraba el grifo hasta el punto del derrame y endulzaba el agua con un par de lágrimas que morían entre sus piernas. 
Como yo, como todos.

Se susurraba consuelos al oído con efecto “sedación” más que “resolución”.
Se arañaba la piel y luego arrancaba cada una de sus uñas para no destrozarse la garganta.

Pasaba horas protegiendo a las baldosas del frío, gritándose y perdiéndose. Y sólo cuando lo creía suficiente se tendía la mano, levantaba su cuerpo  y lo conducía hasta la cama donde con calma se acunaba y, uniéndose las pecas de sus mejillas, juraba que mañana sería otro día.
Y cantándose nanas a media voz esperaba a quedarse dormida para luego marcharse, sin hacer ruido, sin Ella.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Curvas de orgía.

Ella es una de esas chicas que amanece con menos ropa de la que cuenta en el momento que decide apagar el día y meterse bajo el nórdico. Es de esas a las que las sábanas hacen cosquillas solo para cometer deslices con su piel inducidas por sus curvas de orgía. De esas que hasta las camas de matrimonio se la quedan pequeñas. Es una de esas chicas que al despertarse arquean la espalda y bostezan arrascándose la cabeza mientras se dan los buenos días abriéndose una birra bien fría.
Una de esas a las que cualquier gato callejero envidia por sus despertares, su columna o sus ojos.

Es una de esas chicas 11 que van en tacones del 13 poniéndote a 100 con solo una mirada. De esas de las que se muerden el labio inferior a modo de último aviso. De las que se recorren sedientas el labio superior con la punta de su lengua invitándote a perderte en sus juegos. En ella. Es la jodida mujer fatal de los Burning y la excitante bruja consumada de Andrés Calamaro.

Es una de esas chicas que lleva la señal de peligro tatuada en los lugares menos pensados, o más mágicos, de su cuerpo. De esas que en sus ojos se lee el desasosiego que tiene llevar demasiados inviernos sola y cuya sonrisa avecina un sinfín de catástrofes. Una de esas chicas a las que las jodes un día y te destrozan el alma y es que sus contoneos dejan escrito en el aire la palabra “caos”, y ya si se gira y te hace levantar la vista de sus piernas sabes que justamente ahí empieza tu ruina.

Tu mejor ruina.

Para que me entendáis, ella es la chica que hace perder la cabeza a las esquinas de Montera con sus faldas tan cortas, la que enciende las luces de Callao en pleno diciembre con solo un guiño de ojos. La única capaz de cortar el tráfico en Madrid y cualquier respiración en cualquier lugar, la que de lejos te acelera el corazón y a escasos centímetros te lo para, pero también es la misma que juega a enloquecer al silencio de una calle vacía de Madrid con el ruido de sus tacones.

Ella siempre ha sido ella. La que jugaba al amor en esas noches de verano y de la que siempre acababa enamorado yo.
En cualquier día, en cualquier noche.


lunes, 8 de septiembre de 2014

SENTIRTE EN CADA COMA.

Puede que haya perdido ya la cuenta.

No recuerdo cuándo fui por última vez ni cuándo fue la última vez que me juré no escribirte, al menos no en un lugar de fácil acceso donde cuando te echase de menos pudiese volver a ti. A verte en cada palabra, sentirte en cada coma y dolerme con cada punto y aparte. 
Puede que a día de hoy tenga más deudas conmigo misma que con tu espalda y mira que hasta hace días eras tanto mi mayor deuda como mi mejor apuesta. 

Pero supongo que las cosas cambian, que las oportunidades se cansan de sucederse unas tras otras. Que  el orgullo muchas veces  puede más que todo lo que hemos sido este tiempo atrás y puede ser también que, por su poder solo seamos  ese “hemos sido” y no ese “seremos” tan necesario de escuchar en estos momentos.

En definitiva puede que sí. Puede que te eche de menos, puede que nos eche de menos.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Siempre habíamos estado así, viviendo entre armisticios.

Siempre habíamos sido un par de jirones hechos a partir de tirones que se llenaban la boca a base de  descosidos y emendaban sus errores más mundanos con un par de remiendos de contrabando.
Siempre habíamos sido esa casualidad tan bonita de la que aún no han dejado de hablar las canciones más audaces. Las prisas y esa insoportable impuntualidad causada por episodios de amor contra mi armario que la gente nunca ha logrado entender.
Éramos paz.
Paz en la mañana. Paz en mi colchón. Paz tras la resaca.
Ciertamente éramos paz y la peor guerra jamás creada en esas noches de verano donde cada uno volvía a casa por diferentes caminos. En esas noches en las que jurábamos no volver a vernos y que horas más tarde nos sorprendía el sol de mediodía firmando un nuevo armisticio donde pactábamos querernos hasta las tantas y abrirnos paso de la mano entre la multitud de cualquier feria.
Siempre fuimos eso. Un todo y un nada. Una suspensión de hostilidades pactada entre dos almas beligerantes. Dos sinsentido que no eran nada sin serlo todo.

 Y es que eso de las medias tintas o tintas a medias, ya sabían ellos, quizás demasiado bien, que no era la solución a sus problemas.

viernes, 5 de septiembre de 2014

¿Cuánto más necesitas?


Así, sin tapujos, sin rodeos, sin pretextos.

¿A cuántos “buenos” días sin ti estás de mí?
¿Cuántas noches más piensas quedarte en  mis ojeras?
¿Cuántos lunares voy a tener que unir en espaldas ajenas para encontrarte perdido en constelaciones solo tuyas?

Estoy cansada de dibujarme junto a ti, sin ti, y al lograr acabarme toparme contigo sin ti mismo, desdibujándote, perdiéndome y perdiéndote, perdiéndonos sin motivo.
Estoy cansada de llenarme el alma de sinsabores y el estómago de mariposas sin alas y luego hartarme a vomitar, a vomitar tu nombre, a vomitar fragancias que aunque gire la almohada seguirán ahí clavadas.
A vomitárteme. 

A vomitarte y a vomitarme jurando que así acabo contigo para luego volverte a comer, saborearte.


                                                                                                 Disfrutarte. 


miércoles, 3 de septiembre de 2014

CON CADA PEDAZO.

Yo siempre había sido una chica de verano. Odiaba el invierno y los días encapotados. Brillaba con el sol y me precipitaba con los días nublados.
Repelía el invierno. Era demasiado tú.
En verdad puede que te llegase a querer, pero también te lloré y claro que te odié. Te odié con toda mi alma, con todas mis ganas y todo mi ser y a pesar de todo eso te quería, o te quise, o te quiero, vete tú a saber.

Finalizaba noviembre y veníais de la mano, con la misma intensidad. Helando todo a vuestro paso, orgullosos de paralizar e inmortalizar traviesas gotas de rocío.
Ahora puedes mentirte mintiéndome y excusarte mil veces más diciendo que el frío mantiene, que el frío conserva. Pero no te metas los dedos en los ojos ni te vendes los oídos cuando te griten mis pedazos que todo lo helado es más frágil. Que todo lo helado se vuelve débil, vulnerable y teme hasta ser rozado. En verdad, teme acabar destrozado, acabar como yo, en mil pedazos.

Ciertamente lo único que me gustaba del invierno eran esas bufandas de doble vuelta que me protegían del frío (o de ti), o de esas mañanas en las que helaba (o de tu cruel mirada), llámalo como quieras pero, esas doble bufandas han parado más atentados suicidas contra  mi pecho que cualquier chaleco antibalas.

Y es que te tienen que sobrar cojones o faltar dos dedos de frente para ponerse a escasos centímetros de ti y jugar a desnudarte sin mover ni un solo músculo. A sonreírte con las orejas, comerte con los ojos y besarte con los pies. A enamorarte con mis dedos, aspirarte con mis labios y tocarte con mi voz sin saber que perderé la vida en ello. En un juego.

Que sí, que es una locura quererte, pero mayor sería conocerte y no intentar tenerte.
Aunque solo se quede en eso, en un intento. Aunque me quede solo en eso, sola en la soledad de tus besos erizando mi cuello, aunque pierda una batalla que solo ha sido creada para los más valientes.

Aunque me quede sola y me pierda en el eco que produzca mi caída en medio de la nada. En esa caída donde firmo mi sentencia. Donde me rompo. Donde desaparezco. Donde muero por y para sentirte. Donde dejo de ser. Donde te quería, te quise o te quiero. Donde sin ser te siento, con cada uno de mis pedazos.

miércoles, 27 de agosto de 2014

chicas y Chicas.

Chicas como tú,
de esas que van levantando no solo expectación
con cada paso que dan,
dejando huella sin necesidad de acercarse
en corazones facilones como el mío.

Chicas como tú,
que van dejando resquicios de luz,
chupitos de esperanza en la barra más dramática
de aquel barrio de extrarradio.

Chicas como tú,
defensoras de causas perdidas,
abogadas del mismísimo Leviatán
e intercesoras de almas perdidas, sin salida,
                                                                  Como la mía.

Chicas como tú,
doctas en promesas rotas,
corazones andrajosos y cicatrices descosidas
o tal vez, nunca zurcidas.

Chicas como tú,
de fácil impresión y difícil conquista.
De esas que rozan lo imposible,
de las que te erizan la piel con un leve roce de mejillas.

Chicas caprichosas, de las que se recrean en sus errores más crueles,
de las que tropiezan y caen, de las que llegan a amar a su peor piedra

Chicas como tú,
sedientas de amor,
cansadas de baratas fragancias.

Chicas calienta mentes como tú,
con doctorado en correr-se en las mejores fiestas.
Expertas en noches de amor y mañanas de olvido.
Chicas con las que tras esa noche de amor te hacen creer en una vida contigo.

 





martes, 26 de agosto de 2014

Unas de esas que vuelan

Vivía un infierno donde el frío era el dueño, donde el de la sonrisa más vacía y la promesa más incumplida salía con cierta ventaja de la casilla de salida.
Vivía entre 4 paredes de cartón que con el mínimo llanto se precipitaban caladas al vacío. Deshaciéndose entre ellas, aplastando hasta la más mínima ilusión, tapiando cada posible huida, cada exigua idea de que él no volvería a salirse con la suya, al menos no esta noche.

Soñaba con dormir, con dormir y no despertar, con no tener que preocuparse por qué decirle a ese extraño a la mañana siguiente. En verdad hubo ciertas noches en las que solo soñaba con soñar.

Pero tras muchas noches de besos dispares y amaneceres llenos de quehaceres adornados con mentiras endulzadas comprendió que no todo lo que brilla en esta vida es oro, que hay personas que merecen de todo menos llamarse así. Que la ausencia de cadenas y grilletes no declara libertad y que hay presencias que solo quieren destruir esencias.

Cansada se dirigió a la puerta. Llevaba a la espalda demasiadas palabras que no fueron nada y ni un hueco más para ninguna nueva punzada.
Se fue para no volver y de una vez por todas se abrió paso en el mundo a base de codazos.

Y ahora sí, ahora sonreía, había encontrado tiradas en el suelo las alas que perdió la primera noche, aquellas que vio caer sin la más mínima intención de abrirse y las mismas con las que tantas noches programó una esquizofrénica huida. Entendió que volar tiene su magia pero unas alas así debían tejerse con la mejor hebra de ese ovillo y tú.. tú (me) cosiste unas alas a base de puntadas sin hilo.

sábado, 23 de agosto de 2014

46.

Ella era toda la luz en mitad de la tormenta.
Los 20 poemas de amor y la famosa canción desesperada de aquel poeta que, como otros muchos, perdió la cabeza por  alguien como ella.  
Era los gritos de antes y el  humo de después, las mañanas más tempranas y las noches más amargas. Las risas hasta las tantas y los quehaceres inflexibles.
Ella fue (y sigue siendo) ese eterno             “ Buenos  días mundo!” gritado desde un cuarto, ese cuaderno mágico y las tantas historias que dan vida a sus cuadros. Las sutiles pinceladas de magia y sus canciones medio inventadas que hacen de la vida una estancia más bonita.
Ella es un escalofrío continuo, esa perenne alegría, la mano que te lleva día a día, despacio, siempre sin prisas.
Ella es ese abrazo más que necesario y ese “Tranquila, todo va a salir bien. Confía más en ti misma”
Esos dedos en la espalda cuando las palabras se traban, cuando las lágrimas se anudan en la garganta. Ella es ese asiento en el sofá y ese hueco calculado al milímetro para que reposes en ella tus miedos, tus alegrías y tus no solo nuevas heridas.
Ella son los ojos más francos de todo Alcalá, la risa más escandalosa de aquel triste mercado y la sonrisa más bonita con la que cuenta esta maldita ciudad.
Ella es esa mirada y esa magia que la persigue a donde quiera que vaya, ella es ella y su determinación por hacernos ver el mundo con ojos de niño.
La más marchosa rumba, la mejor canción de amor jamás compuesta, los versos más bonitos de todo Madrid que solo hayan sido pensados, la musa que todo cantautor quiere en su vida, la dama que tantos pintores anhelaron tumbada en su cama.
Ella es ella. 


Ella es luz. Ella es magia.

miércoles, 20 de agosto de 2014

RESIDUOS

-Aferrada a la barra del bar saboreaba su última copa. Esa que juraba como última antes de abandonarse a capricho divino del alcohol, antes de ahogarse con canciones que, hasta ese preciso instante, creía muertas. Haciendo equilibrios en una cuerda que lo único que quería era abrazar fuerte su voz. Dilucidando entre mantenerse en pie o dejarse caer al vacío, sin preocuparse por la inexistente red de seguridad que suele acompañar  a estos momentos.

Sonreía para sí.

La nostalgia de otros tiempos mejores recorría sus venas, intoxicando cada resquicio de su ser. Sus ojos se llenaban de vidriosos recuerdos a punto de saltar al vacío. Su lengua comenzó a tararear melodías que habían sido obligadas a quedar en el olvido y de pronto desplegó sus brazos. Respiró todo el humo que le permitieron sus maltratados pulmones y comenzó a girar entre las columnas del local.
Sus latidos acompañaban al mismísimo Eric Clapton a ritmo de “More than words” y el vuelo de su desgastado vestido dejaba al descubierto sus atrevidas piernas. 

Estaba en pleno éxtasis, a una vuelta más de perder el conocimiento, con las luces ya encendidas y gritando en silencio, callando las voces de lo que podía ser su cansada conciencia.

La verdad es que en estos últimos años se había acostumbrado a tenerla de fondo, podía decir que era una melodiosa voz que la acompañaba en sus peores noches. En esas noches en las que se dejaba ser, en donde los únicos protagonistas eran ella, el culo de esa botella y un individuo al azar.
Siempre al azar.

domingo, 17 de agosto de 2014

Y ahogarse en uno de esos vasos.

-Dicen que al mal tiempo buena cara, que un clavo saca a otro clavo y que tras la tormenta siempre viene la calma.
Dicen tanto y sienten tan poco que es acojonante la de cosas que pierden por miedo a perder. La de sueños que se quedan en eso, en simples sueños, por miedo a que algún día se vuelvan realidad, por miedo a que lleguen con la abrumadora fuerza que trae la magia consigo con cada cambio de sentido, con cada giro de 360º, con cada simple cambio de rumbo. Y es que a veces nos acojona la simple idea de pensar que la brújula que tanto consultábamos estaba trucada, que lleva engañándonos todo este tiempo atrás, cegándonos con una luz que brilla pero no calienta en las peores noches de invierno. Y puede que nos demos cuenta, no muy tarde, de que el tesoro personal que todos ansiamos suele estar más cerca de lo que creemos o muchas veces nos empeñamos en creer.

También suelen decir que tras cerrarse una simple ventana siempre se abre una puerta mucho más grande y que, al final del túnel siempre hay una luz esperando para guiarnos a un lugar mejor.

De lo que no dicen nada es de que a veces se vive mejor entre inestables soplos de vida, entre incontables “tiras y aflojas” que nos dejan en la mismísima cuerda floja, al borde de la locura. Que un clavo puede que saque a otro clavo, pero muchas veces lo que andamos buscando es uno ardiendo al que agarrarnos para seguir inmersos en la tormenta.
Tampoco hablan de que ciertas noches nos vendamos los ojos mutuamente para no ver la luz de lo que a simple vista parece ser nuestra salvación, o una socorrida salida de emergencia. Y es que resulta que al fin y al cabo no se está tan mal entre las tinieblas de tus brazos, entre las sombras de tus manos atrapando mi cuello.
Que no dudo que tras el cierre de esa desgastada ventana se abra de par en par otra nueva salida, pero no cambiaría por nada ninguna de esas muchas cicatrices que guardo tras cada intento de asaltar tu tapiada ventana.
Que soluciones puede ser que nos sobren, pero a veces y solo a veces, disfrutamos perdiéndonos entre las tramas de todos esos problemas que intentan abordarnos. Que más que nadar, flotar sabemos todos pero deberían saber qué magia trae el ahogarse en uno de esos vasos tuyos.

Que puede ser que a esto le siga la mayor caída de la historia, que es una realidad eso de que vas creando dependencias malditas con ese atípico agridulce sabor de boca que dejas, y es que en definitiva, es eso lo único que dejas tras cada partida.


miércoles, 9 de julio de 2014

Tiempo en stand-by, tiempo sin ti..

Que no sé qué cojones es eso de tiempo muerto, tiempo en stand-by, tiempo sin ti. Para mi todas esas variantes podría catalogarlas en un simple "tiempo de mierda".
Y es que parece que sin ti los días tienen 12 horas más, que los lentos minutos se ríen de mi, de mi agonizante espera por ti, de mis noches en vela y mis desquiciados impulsos de coger ese tren e ir a verte.
Que no sé qué quiero, que dejo de querer o qué sería lo acertado en este momento. Solo sé (y con absoluta certeza) que la culpa de todo esto la tiene tu sonrisa. Bueno, tu sonrisa o tu mirada, o vete tú a saber qué tuyo es lo que no me deja vivir, lo que me obliga a sobrevivir, a malvivir en este mundo que muchas veces se queda pequeño si trato de evitarte. Qué será exactamente de ti lo que no me deja pasar página de una maldita vez, cerrar el típico y socorrido libro del que todos los poetas enamorados hablan.
Y es que no me puedo equivocar. Ya no soy yo, eres tú. Eres tú y tu ácido humor, o tu media sonrisa de "todo saldrá bien, esta vez tiene que salirnos rubia" Quizás sea la forma en la que me besas, como si no importara el pasado, como si nos quedase toda una vida para escribir nuestro futuro y solo un instante para disfrutar del presente, o tal vez sea esa forma tan tuya en la que acaricias esas 6 cuerdas antes de poner tu alma en venta al mejor postor.
Tampoco le quito el mérito a tus dedos. No dudo que esté así por sus ágiles trazos recorriendo mi espalda, o por esas canciones a la luz de una persiana bajada.

Realmente no saco nada en claro de todo esto, sólo que "tú" eres tú. Que "tú" eres tú y tus miles manías, tus cientos de historias y paranoias enfermizas. Y que solo siendo tú en estado puro, en tu verdadera plenitud, cuándo menos te gustas, es ahí, justamente ahí, cuando consigues que yo sea quien soy.

"Take me for a little while;  Coverdale/page" 




(el último) Regreso

Al fin tengo tu mirada de frente, jugando sucio de nuevo.
Esquivando dagas al cuello, susurrando mentiras enteras y jurando verdades a medias.
Al fin vuelves a clavar tus pupilas en mis débiles cristales, acelerando cada latido, jugando con cada suspiro.
Al fin vuelves de la nada, renaciendo de las cenizas, de tus cenizas; de nuestras cenizas. Sonriendo y apostando que el pasado es como un día malo.
Al fin regresas. Tú y tu esencia.. tú y tus falsas promesas.

sábado, 28 de junio de 2014

Historias que no cuajan.

Esa facilidad para renovar sonrisas, reemplazar miradas.
Un glorioso momento convertido en un sin sentido recuerdo.
Un sentimiento golpeado y empujado hacia las nubes, mecido por el caprichoso vaivén de las más crueles tormentas.
Una sonora carcajada resonando en ese oscuro cajón. Una rosa olvidada entre las historias que guardan las historias de esas hojas.
Quizás solo se trate de eso, de silencios, de ecos, de sonrisas olvidadas. De llamadas a las tantas y palabras no escuchadas o nunca pronunciadas.
Quizás solo sean eso.. Historias que no cuajan.