Seguidores

"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

lunes, 30 de marzo de 2015

Destiny not found.

"Se ha producido un error al introducir su destino" espetó con voz impasible la diminuta mujer que habitaba en el interior de aquél chisme. 

Hubiese sido bonito seguir escribiendo eternamente sobre nuestros “quiero y no puedo”. Sobre los lunares que se te escapan de entre los dedos y los suspiros que se atrincheran en tu oreja izquierda. Hubiese sido bonito seguir viviendo en una cuerda que no ata, en un final que no acaba o en esa respuesta a la que nadie preguntó.
Hubiese sido bonito seguir escribiendo sobre el error que aún no se cometió, el beso aquél que huyó antes de conocernos; la vida de nosotros dos en un mundo paralelo, en un mundo inventado, en un sistema mejor. Me hubiese gustado seguir viviendo, al menos, un par de eternidades más en el doble fondo de tu chaqueta, en la suela de tus zapatos o en la propia huella de tus pasos. En esa maleta que cojea, en  la tercera vuelta de fular, en la sopa de tu madre o en la cuenta atrás de alguna que otra sorpresa.

Hubiese sido bonito.
Bonito o aterrador, una de dos.

Dicen que hay eternidades que se quedan cortas. Otras, en cambio, parece que fueran a durar toda una vida y es entonces cuando me empeño en marcar mi cuerpo y demostrarme que nunca llegaste a ser para siempre. -A pesar de que estábamos a tan sólo una manzana de la inmortalidad.-




lunes, 23 de marzo de 2015

1ª persona del singular del pretérito perfecto simple de "jurar"

Juré que sólo necesitaba algo de tiempo.
Concederme una segunda oportunidad. Encerrar mis miedos y calcinar mi propio infierno.
Juré que mientras me sedaban por fuera y arreglaban por dentro no volvería a despertar abrazada a nadie más; y así fue. Que los días podrían convertirse en meses pero que no por eso dejarías de estar, que no habría ni avispas disecadas ni caminatas hasta las tantas.

Juré que volvería.

Que volvería a por ti. A por mí.
Que barrería nuestras miserias, desmontaría tu reciente armadura y pegaría todas nuestras grietas.

Juré que podrían venir miles pero que ninguno se quedaría. Que sería nómada de sábanas y pieles por eso de que hogares sólo hay uno.
Que nos diseñaría un par de alas y nos las cosería a la espalda, así, sin anestesia, sin avisar. Para que sangrase la libertad. Para que doliese y me sintieras de nuevo. Para que recordases cuál era el precio de que volásemos tan alto.
Juré que le escribiría a tu recuerdo cuando el mío apenas nos recordase, que en noches como ésta le hablaría a mis ganas de tus dedos y besaría tus besos aunque no encontrase tus labios.

Juré que nos encontraría, y ahora me siento tan estúpida que apenas logro aguantarle la mirada a la chica del espejo. Estúpida por creerte, por aún quererte.
Pensé que seguirías estando como siempre habías estado, pero me equivoqué.
Puede que os tomase demasiado en serio y en verdad valgas lo mismo que tus promesas.

Quizás por eso ya no prometo… Y a veces, sólo a veces, me arrepiento de haber jurado tanto y tan alto.

Y es que un día juré que volvería, pero que jodido se torna encontrar el camino a casa cuando no hay nadie esperándote ahí fuera.

... Y recorrió, por última vez, las ruinas de aquello que llamaba “hogar”

jueves, 12 de marzo de 2015

El mejor atentado contra la poesía.

Llegaste una noche y te presentaste como la casualidad más bonita que jamás se había inventado.
Tenías ojos de haber sufrido mucho, como quien lleva toda una vida perdiendo imperdibles.
Tu sonrisa delataba esas ganas de comerte el mundo y escupir los pedazos a todos aquellos que un día intentaron hacerte sentir pequeño.

Tus manos me demostraron que habías vivido mucho, quizás demasiado. Que no iba a ser la primera y lo más seguro es que la última tampoco. Ya sólo me quedaba el consuelo de intentar dejar huella, no ser una más, una de tantas, una como tal, una sin más. Quería ser yo, quería ser especial.

Los días comenzaron a volar y nosotros con ellos.
La ciudad se nos quedó pequeña y agotamos las esquinas de vernos. Los portales memorizaron cada despedida y cada noche cruzaban los dedos para que volviésemos a vernos. No sé si fue culpa del verano, del tiempo libre o de que siempre tuvimos algo con lo que soñar, algo que contarnos.
Tampoco sé si tuvo algo que ver que en casi todos nuestros encuentros el alcohol estuviese de por medio. No sé si fuimos el resultado de mucho humo y poca cuerda o le debemos todo a que nuestras almas comenzaran un baile que aún no ha terminado.
No sé si te echo de menos, si quiero que vuelvas o quiero ser yo la que regrese y te sorprenda por la espalda.
No sé si sigues estando ahí, si me buscas con la mirada en multitudes o encuentras mi olor en otras mujeres. No sé si me escuchas en cada canción que habla de alquitranes y carmines, de alfombras que vuelan o muebles que echan de menos ciertas espaldas. No sé si nuestro “nosotros” sigue funcionando sin mi, ni si yo puedo seguir sin ti.
A veces me siento tan libre que creo volar por encima de sus cabezas. Luego miro a mi izquierda y al ver que no estás  me desmorono, empiezo mi cuenta atrás y caigo en picado.

En días como éstos, duele tanto saber que no estás que intento cortar el cable que nos une al “nosotros", desactivarme de ti, de toda nuestra nada, de todo nuestro todo. De nuestro pequeño caos.

El tiempo pasa, el suelo se acerca y a esta altura el desenlace es inminente. Me voy quedando sin recursos a la vez que tus recuerdos me ahogan con fuerza y, en el último segundo,  me decido. Apuesto por el rojo y acabo haciéndonos volar por los aires.

Y es que querido, hay amores de los que se sale algo más que herido, pero ya sabes, amores que matan nunca mueren. O al menos, eso dicen.


jueves, 5 de marzo de 2015

Hoy podríamos ser inmortales.

Hoy es día de mentiras.
De empezarnos por el tejado y dejar las puertas abiertas animando por si acasos.
Hoy es día de disfraces, de caretas, de verdugos. Hoy es noche de vendavales y estufas apagadas.
Hoy deberíamos estar mirándonos. Ser el silencio mejor guardado y los gritos de dos que se encuentran tras muchas ganas; tras muchos d-años. Dos que se encuentran y se toman y se dan. Y se olvidan y se enamoran, y se rompen quebrándose y se abandonan llorándose.
Hoy deberíamos ser todo eso que soñamos, todo eso por lo que apostamos.
Hoy, aunque sólo fuese por una noche, deberíamos maullar a la misma luna y ronronear las mismas caricias.
Tú podrías ser mi barandilla y yo tu maceta. Tú el agua que quiero y no necesito y yo el cactus que pincha, que asfixia.
Podríamos ser tantas cosas que nos faltarían vidas para reencarnarnos.
Seríamos inmortales. Podríamos jugar a ser infinitos a pesar de que sólo durásemos un rato.
Seríamos esa canción, una promesa, un libro sin leer, la camiseta de dormir en tu casa, la sonrisa de los buenos días, la mirada de tener-te más ganas.
Volveríamos a serlo todo sin ser nada. Tu ave fénix, mi piedra que habla.
Hoy es día de pedirte que te quedes sin llamarte, que me quieras sin buscarme, que me enseñes a encontrarme.

Hoy es día de que dejemos a un lado las mentiras y empiece a escribirte en presente.