Seguidores

"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

viernes, 24 de octubre de 2014

Coordenadas negativas.

Idiota de mí, que creía que por memorizarte de aquella forma no perecerías.
Cobarde.
Cobarde por ser, impasible, la que acordona tu garganta con unas manos que no tiemblan. Por ser la misma que no es capaz de apartar ese taburete y acabar, así, la condena que yo misma te impuse.

Ingenua maldición aquella que llevo a las espaldas por intentar hacerle a sus sombras el camino más llevadero.

Maldita la voz que te invita a brindar por la oquedad en tu estómago, por el eco de sus “esa no es la salida” rebotando en tus paredes.

Ingenuo mi yo que cree en un brillo que apaga el de mis ojos, en un frío que quema, en unas manos que no tienen a qué agarrarse. Estúpidas mis alas que siguen el susurro que las hace creer que sin luz propia también se irradia.

sábado, 18 de octubre de 2014

Desafiando cualquier ley de gravedad

En verdad siempre hubo un poco de Enero en sus pestañas y algo de Septiembre en sus abrazos. Fue la razón más bonita que encontró un día Salamanca para despertar.

Madrid de su mano.
Eso sí que era una ciudad. A eso sí que se le podía llamar volar.

A decir verdad nunca supe diferenciar cuando mentía o cuando decía la verdad. Supongo que eso ahora es lo de menos, que aquí sus palabras están de más y las mías apenas intentando romper ese bajo cero.

Que no sé si llegué a desnudarla alguna vez o sólo soñé con ello las 362 noches que faltó en mi cama. Tampoco sé si alguna mañana, antes de su rutinario abandono me dijo su calle, o su número, o si era de café caliente o le bastaba con sólo tenerlo templado. Puede que esos acordes tengan razón, que no sepa nada de ella y, ya que estamos, de mi tampoco. Y es que ¿a quien quiero engañar? en verdad no se nada, más que llegué a odiar cada una de las costuras que moldeaban su cuerpo y en un ataque de celos, rabia, o vete tú a saber qué quise acabar con cada una de las vocales que abrazaban su nombre.

Que hicieron falta 3 noches viéndola brillar, desafiando a Neewton y su famosa gravedad al borde de un escritorio para echarla de menos, con esta, trescientas y muchas madrugadas.

Que esto de olvidarla me viene grande a pesar de que nunca llegase a conocerla del todo bien, o del todo mal. Pero refugiándome en los pocos "por si acaso" que me quedan sigo calentando una taza más que la otra por si alguna noche vuelve a traerla de vuelta el mismo viento que un día se la llevó al quemarse con su propias cenizas.




domingo, 5 de octubre de 2014

Sin cruzar-te los dedos.

Algún día, Malasaña, serás mía.

Y entonces podré colgar mis penas a secar en tus balcones.
Embriagarme en cada uno de tus bares, saborearte en cualquier descansillo de portal y mecerme en tu brillo. Salir a perderme por tus calles y doblarme dejándome la vida en las mismas esquinas que a ti te la dan.

Viviré sobre tus bordillos, pasearé por tus avenidas y pisaré tus charcos hasta calarme el alma evitando así, que el frío tome tus entrañas.
Daré de comer a tus mendigos para saciar, hipócritamente, mis ganas de cambiar el mundo y luego calmaré mi hipocresía comprando humos baratos al moro de abajo. Compraré hasta hacerle el mes, o al menos su jodida mejor semana. Compraré hasta que sus pulmones aguanten y mi paciencia le soporte.
Luego volveré sobre mis pasos remarcando mis huellas y buscando mis bragas. Regaré la única planta y, buscándolas a ellas, te encontraré a ti. Sentado frente a una hoja en blanco, fumando de más y quejándote para variar, de que doña Inspiración no volvió esta noche para besarte.
Reprochando que hasta el papel con el que te los lías está más lleno que esta birria.

Y entonces será ahí cuando concluya mi búsqueda, o al menos la posponga, pues sin quererlo he encontrado un alma sedienta de un poco de amor o quizás sólo de unas cuantas escenas frente al espejo que puedan ser vomitadas luego en ese ilógico guión.

Guión ya leído, ya escrito, que finaliza con un juramento de amor eterno pero esta vez, sin trampas. Sin dedos cruzados de por medio.

sábado, 4 de octubre de 2014

0275.

Me dijeron que lo más bonito se encontraba en el interior de cada ser y me pasé media vida desmembrando insectos. Que lo que de verdad merecía la pena conocer estaba dentro de uno mismo y me pasé los que fueron mis últimos días, removiendo mis entrañas, estrujándolas sin más y exprimiéndolas con fuerza en busca de un elixir maldito que llevase grabado tus iniciales.

Decepción.
Lo único que hallé fue dolor y unas manos demasiado ensangrentadas hasta para mí.

Me dijeron que las heridas se curaban, mudaban su piel y cambiaban su nombre por uno más respetable, “cicatrices”, pero no me dieron solución a esto de estar abierta en canal. A esto de sangrarte con cada gota y seguir buscándote con las manos enpsicopatadas y los ojos nublados de no verte.

Me dijeron tantas cosas que aquí estoy, muriendo con cada parpadeo de aquél reloj de pared. Vacía por fuera y ahora por dentro. Buscándote a ti en mí, detrás de mis entrañas o escondido en uno de esos recovecos de mi intestino. A decir verdad, tratándose de ti nunca tuve remedio y ésta, en realidad,  sólo es otra noche más en la que acabo igual que siempre.

Desmenuzándome. Extirpándome poco a poco. Sin prisa, muriéndome por fuera pero matándome por dentro.

Descuartizándome, sangrando y desangrándome por ti, por encontrarte. Por encontrarte de nuevo en mí.