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"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

sábado, 27 de septiembre de 2014

Marcharse de puntillas

Solía apartarse el pelo de la cara, sostenerse la barbilla y llevarse de la mano a cualquier otra parte cuando las cosas se ponían feas.

Escudriñaba su interior y creaba túneles sin salida para esconderse después y discutir con esas voces que, ancladas en el pasado, querían ser partícipes de su futuro.
Gritaban y ella se susurraba qué hacer. Corría y temblaba. Temblaba hasta caer.
 Y sólo cuando no le quedaban más vibraciones en la garganta buscaba un cordón en el techo, tiraba y aparecía de nuevo frente al espejo.
Entonces corría la cortina, se lamía las heridas y sollozaba en sus hombros. Giraba el grifo hasta el punto del derrame y endulzaba el agua con un par de lágrimas que morían entre sus piernas. 
Como yo, como todos.

Se susurraba consuelos al oído con efecto “sedación” más que “resolución”.
Se arañaba la piel y luego arrancaba cada una de sus uñas para no destrozarse la garganta.

Pasaba horas protegiendo a las baldosas del frío, gritándose y perdiéndose. Y sólo cuando lo creía suficiente se tendía la mano, levantaba su cuerpo  y lo conducía hasta la cama donde con calma se acunaba y, uniéndose las pecas de sus mejillas, juraba que mañana sería otro día.
Y cantándose nanas a media voz esperaba a quedarse dormida para luego marcharse, sin hacer ruido, sin Ella.

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